Por Damián Szvalb / @DamianSz
Por más que muchos hicieron enormes esfuerzos, los líderes mundiales no han podido escapar de los efectos políticos del Coronavirus. Más temprano o más tarde han tenido que ocuparse de esta pandemia que indefectiblemente los marcará a fuego. Y en la mayoría de los casos, lo hicieron utilizando las recetas que le dieron éxito en otros momentos pero que ahora se muestran insuficientes y peligrosas. Veamos.
Hoy el problema es de Occidente, que luego de señalar con el dedo acusatorio a China y Corea del Sur de desparramar el virus y no saber controlarlo, ahora los miran para buscar las recetas que utilizaron para mitigarlo. Ejemplo de esto es Donald Trump, quien pasó de hablar del “virus chino” a destacar en su cuenta de Twitter sus conversaciones con el presidente Xi Jinping para conocer cómo China controló al virus. Sin embargo, parece tarde, sobre todo si se ven los casos de Italia, España y, hay que sumarlo, Estados Unidos. En Oriente la clave fue el uso ilimitado del Estado. De un Estado autoritario como pocos como el chino que tomó medidas extremas y represivas imposibles de implementar en una democracia liberal. También fue el Estado en Corea del Sur, esta vez usando impunemente los sistemas tecnológicos de control ciudadano. Algo también que en Occidente generaría espanto.
Sin embargo, Occidente, de todo esto, debe tomar la importancia que tienen justamente los sistemas estatales a la hora de manejar crisis severas. El desafío es en estas situaciones adaptar sus instituciones y sus políticas públicas a las realidades y a la idiosincrasia de sus sociedades. Quedó demostrado que son los sistemas de salud pública robustos los que ayudarán a parar este desastre sanitario de la mejor forma posible. Y si no son robustos, es el momento para transformarlos. Muchos líderes lo tienen en cuenta y actuaron en consecuencia. Algunos aprovecharon el tiempo que les dio el virus en llegar a sus países, como fue el caso de algunos países de América Latina y Asia.
Otros líderes no pudieron traicionar su propia naturaleza, la misma que los llevó de manera inesperada e insólita a lugares de poder. Trump y Bolsonaro son el mejor ejemplo. En este caso, Andrés Manuel López Obrador, copio lo peor de ellos. El brasileño subestimó la situación y ahora le está siendo muy difícil volver. Su falta de capacidad para hacerse cargo de esta crisis puso en peligro a millones de personas. Brasil, como muchos lugares en América Latina, tiene un desafío extra: cómo hacer que el Coronorvirus no haga estragos en las poblaciones de millones de personas que viven hacinados y en situación de extrema pobreza. Por eso, todavía es difícil de medir el daño que ya pudo haber generado Bolsonaro. Esto lo saben la mayoría de los gobernadores que ya no tienen en cuenta lo que diga el ejecutivo nacional y tratan por sus propios medios de contener el virus en sus territorios, disparando, de manera paralela, una disputa que podría llevar a Brasil a una crisis política incierta.
La Unión Europea vuelve mostrar que de unión tiene poco, sobre todo en momentos de crisis. Les pasó cuando tuvieron enfrente a Putin con el tema Ucrania, también con la crisis de los refugiados y ahora con el Coronavirus. Las respuestas son individuales y por lo visto bastante insuficientes. Hace horas se juntaron para coordinar una respuesta conjunta y fracasaron. Esto explica que los países más afectados le pidan a ayuda a China. Los dos países más afectados tienen en común que reaccionaron tarde y mal. Y también que sus gobiernos nunca habían mostrado robustez ni estabilidad en sus gestiones. Son coaliciones de gobierno que nunca generaron confianza y que siempre parecen a punto de romperse. Sánchez e Iglesias en España, y Conte en Italia nunca pisaron en firme y esta crisis los ha desnudado.
Trump pensó primero en su reelección y en el daño que el virus podría hacer en la economía de Estados Unidos, su principal bandera de campaña electoral. Los dramáticos casos del Coronavirus en Nueva York lo hicieron recular y ahora busca salvar sus errores iniciales inyectando mucho dinero. También, a partir del 16 de marzo empezó a afinar la comunicación y organiza diariamente rondas de prensa acompañados por expertos en epidemias. Parece que este cambio oportuno va a alcanzar. Según encuestas de última hora la gente pondera positivamente este cambio de actitud. Quizá le alcance, siempre y cuando no colapsen los sistemas de salud de los Estados. Por eso reaccionaron Nueva York y California, los primeros que se rebelaron contra Trump. Sus gobernadores tomaron medidas más rigurosas para contener el caos. Si todo se limita a esos estados, Trump estará tranquilo porque sabe que haga lo que haga, ni en Nueva York ni en California lo votarán.
Volviendo a Europa, Boris Johnson, tenía su primera prueba fuerte post Brexit. Frente al desmanejo de la crisis de gran parte de sus ex socios, él podía mostrar una gestión independiente y exitosa. Tenía a favor un doble aislamiento para que el virus no haga daño: el natural de la isla y el político de la Unión Europea. Pero tomó malas y tardías decisiones. Su propuesta de “cuarentena voluntaria” para quienes tuvieran síntomas, con el claro objetivo de mantener en funcionamiento la economía, duró apenas unas horas. La sociedad y la realidad hicieron que diera marcha atrás. El costo, hasta hoy, es de 15.000 contagios y cerca de 750 fallecidos. Y nos acabamos de enterar que él mismo tiene Coronavirus. Resta ver ahora cómo evoluciona su estado de salud y su futuro político.
Putin siempre parece tener agenda propia. Hasta hace minutos no dejaba que nada ni nadie, mucho menos el Coronavirus, arruinara su plan perfecto para perpetuarse en el poder. Recién ayer entendió que no había opción más que suspender la consulta popular prevista para el 22 de abril sobre la reforma constitucional que incluye la enmienda que le permitirá quedarse en el poder hasta, quizá, 2036. Es el último paso que le queda para perpetuarse en el poder. Obviamente, después lo tienen que votar, pero eso Putin lo soluciona. ¿Cómo impacta el Coronavirus en Rusia? 650 afectados y dos muertos entre 145 millones de habitantes. Parece poco y nada, por lo menos eso dicen los números que difunde Putin. Cuando explicó por qué postergaba la consulta popular, Putin dijo que como había países que están seriamente afectados por el Coronavirus, es imposible bloquear la penetración del virus en Rusia. Decidió dar vacaciones la semana que viene y lanzar un plan de ayuda económica. Por ahora eso.
Netanyahu en Israel se parece mucho al ruso. Si bien él sí puede demostrar fehacientemente que está haciendo una gestión exitosa contra el virus, también queda claro que lo ha transformado en su principal aliado. Lo usó como excusa para paralizar a la Justicia y el Parlamento. En ambos poderes se está decidiendo no solo su futuro político sino su libertad. Recordemos que está procesado por tres casos de corrupción. La situación es tan grave que Corte Suprema tuvo que salir en resguardo de la institucionalidad israelí. Pero Bibi no perdió el tiempo y en mitad de crisis del sistema democrático que él mismo provocó, parece que ya pactó con su principal rival para seguir siendo primer ministro.
Así están las cosas en el mundo del Coronavirus, por lo menos hasta ahora. La reacción y la toma de decisiones de la mayoría de los líderes mundiales fue, por decirlo suavemente, equivocada. Algunos por incapacidad para entender con claridad el enemigo que tiene en enfrente. Y otros, y esto es lo más grave, porque siguieron confiando en el instinto y en las fórmulas que los llevaron al poder. Pero ha quedado demostrado que la crisis del Coronavirus no solo no resiste discursos facilistas ni promesas imposibles de cumplir, sino que revela con toda crudeza, dramatismo y también tardíamente que muchos de los que hoy toman decisiones tan delicadas nunca debieron llegar a dirigir los destinos de sus países.