Por Martín De Nicola / @ZoomInter / info@zoominternacional.com
China es sin dudas el gran protagonista de la pandemia que está azotando al mundo. Allí, en la ciudad de Wuhan, se originó el coronavirus, y se exportó a todo el mundo. El gobierno de Xi Jinping actuó con su estilo, con una cuota de secretismo (aparentemente, importante), lo cual generó cuestionamientos en todo el mundo, pero en particular en varios de los líderes occidentales. Sin embargo, es el mismo gobierno chino el que salió al auxilio de muchos países, incluso varios de los que lo cuestionaron (y siguen cuestionándolo). ¿Qué China se impondrá en el juego geopolítico mundial y en la percepción de las sociedades del mundo? ¿La culpable de originar la pandemia o la que adopta un rol asistencialista?
“China pudo detenerlo, no lo hizo y ahora todo el mundo está sufriendo”, afirmó Donald Trump días atrás, en referencia al “virus chino”, como él mismo se encargó de definirlo desde el primer momento. Hasta llegó a sugerir una sanción económica para el país liderado por Xi Jinping. «Hay cosas que sucedieron que no sabemos», afirmó Emmanuel Macron, presidente de Francia, sobre el accionar de China ante la aparición del COVID-19. “Tendremos que hacer preguntas complicadas sobre la aparición del virus y sobre por qué no pudo ser frenado a tiempo» y “no hay duda que todo no puede continuar como si no hubiera pasado nada”, son frases fuertes que corresponden a Dominic Raab, ministro británico a cargo del poder ejecutivo cuando el primer ministro, Boris Johnson, estaba internado. Ángela Merkel, siempre más medida, afirmó que “cuanto más transparente sea China sobre la génesis del virus, mejor será para todo el mundo”. Las dudas sobre el accionar chino, especialmente en el mundo occidental, son muchas. Y los cuestionamientos sobre sus cifras, más aún.
China negó una y otra vez las sospechas, lógicamente (excepto por la aceptación de las fallas en el cálculo de víctimas de Wuhan, donde las autoridades locales omitieron contar un 40% más de fallecidos porque éstos no habían sido atendidos por el sistema de salud), pero rápidamente la negación fue acompañada por una estrategia superadora: un accionar colaborativo con un despliegue impresionante, que llegó a impactar, hasta el momento, en casi un centenar de países. La ayuda tomó todas las formas que podía tomar: recursos económicos, insumos médicos, recursos humanos, ya sea directamente desde el gobierno central, como también desde empresas de bandera local. Las embajadas y consulados tomaron un protagonismo inusitado en todo el mundo. Vuelos chárter y de bandera de todo el mundo pisaron suelo chino para cargar la ayuda que el gigante asiático les vendía o les “donaba”. Así, países desarrollados y en vías de desarrollo, hayan cuestionado o no a China, recibieron test, barbijos, tapabocas, trajes para médicos, reactivos, respiradores, entre otros. Sin dudas, China se transformó en el principal benefactor de la comunidad internacional ante la pandemia, incluso estrechando lazos con la Organización Mundial de la Salud (OMS), a la que donó 20 millones de dólares para abordar la pandemia, dando lugar a las sospechas de Trump sobre el tándem China-OMS.
De la mano de la supuesta solidaridad china, crecen las sospechas sobre qué utilización hará China de ese rol de benefactor que está adoptando. Sencillamente, qué buscará a cambio, porque cuesta pensar que semejante nivel de colaboración no persiga intereses posteriores en la geopolítica. Por supuesto, esto dependerá de la situación de cada país ayudado y, fundamentalmente, de la dependencia económica que ese país tenga de la potencia asiática. Estados Unidos y Alemania están en el top 5 de proveedores de bienes y servicios a China, y en el top 4 de los destinos de las exportaciones chinas. Reino Unido y Francia se ubican en puestos alto del ranking, aunque más atrás. La vinculación económica es muy fuerte. Para Estados Unidos hay un punto extra: China es el país con mayor tenencia de su deuda externa. ¿Qué margen tendrán los líderes occidentales para tensar el vínculo con el culpable del coronavirus? Si estos países se encuentran ante esta encrucijada, ¿qué queda para los países de América Latina, África y resto de Asia, en particular para los grandes productores de commodities, cuyas economías dependen de manera creciente de los consumidores chinos? Pareciera ser que, más allá de lo discursivo, el margen para la acción es escaso. China lo sabe.
A nivel sociedad civil, la respuesta es más difícil de establecer, al menos por ahora. ¿Las sociedades del mundo ven a China como el responsable de que ellos tengan que estar en sus casas encerrados, sin poder trabajar muchos y lamentando la muerte de seres queridos muchos otros? Seguramente los estudiosos de la opinión pública irán echando luz sobre esto. ¿Se generará una especie de rechazo a la comunidad china, tan presente en todas partes del mundo? Si bien, en lo inmediato, en muchos países se registraron episodios circunstanciales de rechazo a ciudadanos chinos, lejos estamos de hablar de un sentimiento de sinofobia, que implicaría un rechazo generalizado y constante a la comunidad china.
¿Con qué China se quedará el mundo? ¿La culpable de una tremenda crisis sanitaria, económica y social a nivel mundial? ¿O la que ayuda a todos y tiene a los millones de consumidores que serán clave para la reactivación de la economía mundial? Solo el tiempo lo dirá. Lo que está claro, es que el gobierno de Xi Jinping, en esa tan sólida combinación de socialismo y autoritarismo político, y economía de mercado, tiene una estrategia de dominación muy ambiciosa marcada por el control absoluto a nivel interno y una avasallante política económica de las fronteras hacia afuera, lo que le permite hoy superar a Estados Unidos como la economía más fuerte del planeta. Como siempre, política y economía van de la mano, y la dependencia económica dará lugar a la influencia política, de manera inevitable. China, sin dudas, está tomando al coronavirus como una gran oportunidad para extender su dominio en el mundo.
El mundo todavía no parece haber definido con qué China se quedará post coronavirus, pero China tiene muy claro con qué China quiere que el mundo se quede cuando la pandemia sea parte del pasado, y eso ya la pone en ventaja.