El agotamiento de la capa de ozono, el escudo que protege la vida en la Tierra de niveles nocivos de radiación ultravioleta (UV), alcanzó este otoño un nivel sin precedentes en gran parte del Ártico. La causa de este fenómeno fue la presencia continuada de sustancias que agotan la capa de ozono en la atmósfera y un invierno muy frío en la estratosfera, la capa atmosférica situada a una altitud aproximada de entre 10 y 50 km.
La última ocasión en la que se observó en el Ártico un agotamiento de la capa de ozono de intensidad similar fue durante la primavera de 2011, y el agotamiento registrado en 2020 ha sido incluso mayor, según datos de las estaciones de observación del ozono de la Vigilancia de la Atmósfera Global (VAG) de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA) de los Estados Unidos de América y el servicio de vigilancia atmosférica de Copernicus (SVAC) administrado por el Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas a Plazo Medio (ECMWF).
En abril, cuando subieron las temperaturas en la estratósfera y ello conllevó la entrada de un flujo de aire rico en ozono procedente de la atmósfera baja, el agujero de la capa de ozono se cerró.
El agotamiento habría sido incluso peor si no se hubiera suscrito un exitoso acuerdo internacional denominado Protocolo de Montreal relativo a las sustancias que agotan la capa de ozono. Gracias a él, se ha producido una eliminación progresiva de sustancias como los clorofluorocarbonos (CFC). Sin embargo, esos compuestos permanecen en la atmósfera durante decenios y sus concentraciones todavía son suficientemente elevadas como para provocar una importante destrucción del ozono.
“La estratosfera ártica sigue siendo vulnerable a las sustancias que agotan la capa de ozono emitidas por actividades humanas”, dijo el Secretario General de la OMM, Petteri Taalas. “La magnitud de la pérdida de ozono en un invierno dado depende de las condiciones meteorológicas. El agotamiento de la capa de ozono registrado en 2020 evidencia que no podemos bajar la guardia y debemos proseguir con las observaciones de forma continuada», afirmó.
“Las estaciones de la VAG de la OMM instaladas en el Ártico y la Antártida nos proporcionan alertas tempranas cuando se registran concentraciones bajas de ozono e intensos niveles de radiación UV. Rendimos homenaje a los Servicios Meteorológicos Nacionales por continuar con sus actividades vitales de monitoreo y observación de la atmósfera, a pesar de las restricciones impuestas en la era de la COVID-19”, añadió el señor Taalas.