Por Damián Szvalb / @DamianSz / info@zoominternacional.com
Si finalmente anexiona una parte de Cisjordania, Bibi Netanyahu romperá el rígido statu quo que hace más de 10 años él mismo decidió implementar en su relación con los palestinos. Esa medida, de concretarse, también condicionará la estabilidad de su flamante gobierno de coalición y la relación de Israel con Estados Unidos, Europa y, sobre todo, con los países árabes y de mayoría musulmana con los cuales Bibi había logrado un acercamiento inédito.
Bibi parece dispuesto a correr todos esos riesgos. Cree que es el momento adecuado para dar un paso enorme y peligroso en términos políticos y diplomáticos. Por un lado, debe estar convencido que los sistemas de defensa y de seguridad de Israel controlarían sin mayores dificultades cualquier eventual reacción violenta palestina, ya sea un levantamiento popular, ataques terroristas o ataques con cohetes por parte de Hamas desde la Franja de Gaza.
Donde ve mayores problemas es en el campo de las relaciones exteriores de Israel. Ahí confía en su capacidad para superarlos. Bibi acelera porque siente que no va a tener nunca más un presidente en la Casa Blanca como Donald Trump. Pocos como él han apoyado cada una de sus iniciativas en política exterior, ya sea para arrinconar a Irán o a los palestinos. Washington está considerando respaldar abiertamente la anexión, pero solo de un puñado de asentamientos cerca de Jerusalén.
Los funcionarios de la administración Trump lo quieren presentar como el inicio del Plan el Siglo que se presentó hace unos meses y que contemplaría anexar los asentamientos de Cisjordania y el Valle del Jordán, lo que representaría el 30 por ciento del territorio asignado a Israel. Sin embargo, en el gobierno de Trump muchos ya están palpando la fuerte oposición a esta iniciativa israelí de buena parte de sus aliados, sobre todo en Medio Oriente, y tienen miedo que eso arruine definitivamente los planes de Washington para la región.
Por eso, y según informa la prensa israelí, en lugar de respaldar el amplio plan de anexión de Netanyahu, la administración estadounidense está buscando otras opciones. Se habla de un proceso por etapas en el que Israel comenzaría declarando la soberanía solo sobre algunos asentamientos en el área de Jerusalén. Bibi podría aceptar esta propuesta.
Recordemos que la administración Trump inicialmente dijo que no se opondría a los planes declarados de Netanyahu, siempre que Israel acepte su plan de paz, que condicionalmente prevé un estado palestino en el 70% restante del territorio. Hasta ahora, los palestinos han rechazado todo el plan.
Es decir que Washington no se opone a la decisión de Netanyahu, pero sí le preocupa que un movimiento a gran escala, rápido y unilateral por parte de Israel, pueda cerrar cualquier posibilidad de que los palestinos acuerden discutir el plan de paz de Trump, presentado en enero. Bibi, en cambio, como da por descontado que esta dirigencia palestina no tiene la legitimidad política interna para acompañará ese plan, cree que es necesario una política de hechos consumados para “convencerlos”.
Si la anexión se concreta, quienes no podrán mantenerse en silencio serán los países árabes, que durante los últimos años se han acercado a Israel como nunca antes en la historia. Está claro que no los guió el amor sino los intereses geopolíticos de compartir al mismo enemigo: Irán. Si se concreta la anexión, toda esa construcción diplomática, que no se pudo explicitar ya que la “calle árabe” lo rechazaría, pero que sí se tradujo en importantísimos intercambios en materia comercial y de seguridad, podría agrietarse.
Si bien muchos de ellos, como el gobierno de Egipto, se mantienen aún en silencio ante la posibilidad de la anexión, queda claro que no existe ningún líder árabe o musulmán que pueda, públicamente, permanecer indiferente si Bibi anexa territorio del otro lado de la línea verde. La oposición a la anexión proveniente de países como Jordania, Egipto Arabia Saudita y los Estados del Golfo será un dolor de cabeza también para Trump en medio de una difícil campaña electoral.
Como si todo esto fuera poco, Bibi también tiene que cerrar su frente interno. Tanto la Casa Blanca como varios miembros de la coalición gobernante, por ejemplo, el partido sefaradí Shas, le están exigiendo a Bibi como condición para apoyarlo en esta iniciativa, que llegue a un acuerdo con su principal socio, Benny Gantz. También Estados unidos quiere eso. Suena lógico: parece un desafío muy grande enfrentar las consecuencias de la anexión sin un respaldo político contundente, sobre todo considerando que Gantz se hará cargo del gobierno en poco menos de 18 meses.
Gantz, y el ministro de Relaciones Exteriores, Gabi Ashkenazi, no están en contra de la anexión, pero la quieren implantar en el marco del plan de Trump e indefectiblemente en coordinación con Jordania y los palestinos. Bibi cree que eso es imposible y se aferra a continuar con la política de las decisiones unilaterales y los hechos consumados. Desde 2001, las grandes decisiones en relación con el conflicto con los palestinos se decidieron en Jerusalén. Desde ese año, para muchos en Israel, no hay nadie con quien hablar del lado palestino.
Recodemos que bajo el acuerdo de coalición entre el partido Likud de Netanyahu y el de Gantz (Azul y blanco), Netanyahu puede comenzar a anexar asentamientos y el Valle del Jordán a partir del 1 de julio. Por eso Bibi está apurado y trascendió que ya le habría dado un ultimátum a Gantz para que lo apoye con la anexión o de lo contrario empujará al país a nuevas elecciones. Esto quiere decir que sin Gantz, Bibi no va avanzar. Sabe que más allá que consiga los votos, cosa difícil ya que sin el Shas se le complicaría, necesita respaldo político.
En definitiva, la decisión de Bibi está sostenida sobre la visión que él tiene sobre la debilidad palestina y la oportunidad que le da tener un aliado estrecho en la Casa Blanca. De cierta manera, si concreta la anexión debilitará al extremo a los palestinos y los obligará a aceptar definitivamente las condiciones que él imponga. Las consecuencias a nivel político y diplomático le importan menos. Está convencido que más temprano que tarde podrá recomponer la relación con todos aquellos países, sobre todo los árabes, que rechazan esta decisión.