Por Zoom Internacional / @ZoomInter.
Como era de esperar, el histórico acuerdo entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos (EAU) empezó a generar reacciones en la comunidad internacional. Éstas reflejan los posicionamientos geopolíticos de cada país, dejando en claro de qué lado se ubican en la fuerte grieta que existe en el mundo árabe-musulmán entre chiitas y sunitas o, en términos políticos, entre Irán y Arabia Saudita.
El rol de Trump en este acuerdo es central. Al impulsarlo, sin dudas busca consolidar el bloque anti iraní. Es su obsesión desde que asumió la presidencia de Estados Unidos. Sus principales aliados en esto son Israel y Arabia Saudita. Con este paso, Trump logra «blanquear» lo que ya venía sucediendo entre Israel y los Estados monárquicos del Golfo: una extendida cooperación en materia económica y de seguridad.
El objetivo de su «plan del siglo» para “resolver” el conflicto israelí-palestino (a su manera y sin el aval de los palestinos) va en ese sentido. Esa es la prenda de cambio que los países árabes necesitan para poder blanquear la relación con Israel sin que sus calles se llenen de gente acusándolos de traidores. Sin embargo, esta vez Trump necesitó prácticamente nada: solo le dio a EAU la suspensión del plan de anexión de Cisjordania por parte de Netanyahu, un plan que, de hecho, nunca se puso en marcha.
¿Qué pasará ahora en la región? Es muy posible que otras monarquías árabes del golfo Pérsico tomen el mismo camino. Omán y Bahréin parecen tener ganas. Pero si bien será importante para Israel y para la región, lo único que podría significar un punto de inflexión contundente en el equilibrio geopolítico regional es que Arabia Saudita dé ese paso. Sería la ruptura definitiva en el mundo árabe musulmán. Parece difícil y sólo es imaginable si a cambio los saudíes reciben algo que ahora parece imposible: que este gobierno de Israel haga concesiones significativas que conformen a los palestinos.
Este paso que dio Estados Unidos junto a Israel y a EUA se da en un momento de una creciente participación militar de Irán en los conflictos de Siria y Yemen. Esto seguramente ha propiciado un acercamiento de posiciones en torno a un enemigo común, que no para de ganar preponderancia política y militar en el Medio Oriente desde el 2003: Irán. Como era de esperar el acuerdo ya ha sido repudiado desde Teherán en la medida en que lo consideran una traición hacia Palestina por parte del Gobierno emiratí.
Desde Abu Dhabi, capital de los EUA, dicen que el convenio tiene como prioridad garantizar la estabilidad en la región y resaltan que se haya puesto fin a la anexión parcial de Cisjordania que impulsa el primer ministro israelí Netanyahu. La embajada de los Emiratos Árabes en Estados Unidos sostiene que el acuerdo sirve para mantener la viabilidad de la solución de dos estados en el conflicto palestino-israelí.
En definitiva, el acuerdo ha fortalecido los liderazgos de Bibi y de Trump. De cierta manera han obligado a sus opositores internos a tener que reconocerles el éxito de esta gestión. Más allá de cualquier análisis, nadie puede estar en contra de que dos países hayan establecido relaciones diplomáticas en una región que siempre da malas noticias.