En la previa de la asunción de Joe Biden, conversamos con el analista internacional Tomás Listrani para pensar juntos los primeros días post Trump. ¿Cómo será la relación con China? ¿Qué podemos esperar en América Latina? ¿Volverá a fortalecerse el histórico bloque que forman la Unión Europea y Estados Unidos? La primera entrevista del año intenta echar luz sobre éstas y otras cuestiones que marcarán la agenda internacional en 2021.
Biden ejercerá desde el 20 de enero como el presidente más votado de la historia. Sin embargo, sabe que cuenta con una muy amplia porción de la población que lo rechaza. ¿Cuáles considerás que son los principales desafíos que enfrentará Biden en los primeros 100 días de gestión?
Lo que señalás es correcto, pues después de Biden es Trump la segunda persona que más voto popular recibió en la historia de Estados Unidos (primero en 2016, superando el récord de Barack Obama, y luego en 2020 a pesar de perder la elección). Yendo a la pregunta, un tema inmediato que reverberará en las primeras semanas de la administración Biden será el segundo impeachment a Donald Trump, inédito por concretarse para un presidente saliente.
Más allá, la gestión de la pandemia aparece en primer plano, donde el nuevo gobierno demócrata tendrá que acelerar la vacunación y conciliar las políticas sanitarias con los Estados. Aparejado a esto encontramos el billonario plan de reactivación económica, donde Biden tendrá que interceder entre los republicanos y el ala más radical de los demócratas. Además creo que saldrá rápido al mundo con su agenda internacional, en parte como gesto para intentar reconstruir la confianza con aliados, pero también porque coincidirá poco tiempo con pares valiosos -y necesarios- como Angela Merkel.
Todos creemos que Europa celebró aliviada la elección de Biden como nuevo presidente. ¿Creés que puede haber un relanzamiento de la relación entre la Unión Europea y Estados Unidos que permita ejercer cierto contrapeso con respecto a China?
Biden desde la campaña explicitó que intentará recomponer los vínculos transatlánticos, pero me parece que no será fácil volver a los mismos términos que en los noventa o comienzos del siglo XXI. Lo cierto es que en estos cuatro años buena parte del establishment político europeo y de la Unión Europea se acostumbraron a manejarse más sin (o a pesar de) Estados Unidos.
Ciertamente no lo buscaban, pero los destratos de la diplomacia transaccional de Trump convencieron a Europa de que no debía depositar más su futuro geopolítico en manos de Washington. Esa cierta orfandad sirvió a los europeos para reacomodar lealtades internas y, al menos discursivamente, buscar una “Europa geopolítica”. La consumación exitosa del acuerdo de inversiones entre Bruselas y Beijing es un primer ejemplo de esta vocación por articular un juego más autónomo.
Por eso, en general, los europeos no esperarán más a ver qué dispone Estados Unidos. No pueden descartarse posiciones acercadas en temas puntuales como las arquitecturas digitales, los derechos humanos o las hipótesis de conflicto internas de China, pero los alineamientos no serán automáticos.
Trump tuvo una agenda muy cargada en Medio Oriente. Su alianza con Netanyahu marcó a fuego sus cuatro años de política exterior en la región, que le dio un logro que el futuro dirá cuán importante y duradero es: el acuerdo entre Israel y algunos países del Golfo, muy rechazado por Irán y sus aliados. ¿Cuál creés que será la estrategia de Irán ante la salida de su gran enemigo, Trump, de la Casa Blanca?
Los dos países que mencionás tienen elecciones clave este año. En marzo Netanyahu se juega la continuidad en las cuartas elecciones israelíes en dos años. En Irán tenemos las presidenciales en junio, luego de que el año pasado los conservadores y la línea dura islamista arrasaron en las legislativas. Es esperable que tanto en Tel Aviv como en Teherán veamos el triunfo de los bandos duros, en parte producto de la política exterior de Trump.
Por otra parte, la economía iraní se encuentra muy alicaída y la pandemia no ayudó mucho en ese plano. A comienzos de este año Irán retomó el proceso de enriquecimiento de uranio cerca de Qom, acaso una maniobra de chantaje hacia el exterior para apresurar a las potencias a negociar un nuevo acuerdo que levante las sanciones económicas.
Una gran incógnita de la política exterior de Biden es cómo será su relación con Xi Jinping. ¿Considerás que China encontrará más espacio para continuar con su política de expansión agresiva sin un contrapeso tan manifiesto como el que ejercía Trump? En otras palabras, ¿a Xi Jinping le convino que ganara Biden?
Acá hay que distinguir los tiempos. Antes que nada, continuaremos en el proceso de transición hegemónica entre Washington y Beijing, que por ahora sigue manteniendo dos buenos indicadores: baja polarización y alta interdependencia entre las partes. El corrimiento del eje de población, mercados, datos e influencia del Atlántico al Pacífico no distingue el color político de quien ocupa la Casa Blanca.
Yendo al corto plazo, tenemos señales muy concretas de que China con su estrategia de “doble circulación” buscará fortalecer su dinamismo económico y estabilidad política puertas adentro, más que una expansión agresiva. No obstante, son varios quienes señalan que la pandemia y la evidente crisis multifacética que Estados Unidos atraviesa han permitido a la China de Xi desplegarse, sobre todo en su vecindario inmediato, con mayor prensión.
Es muy pronto para realizar un balance acabado de la doctrina Trump hacia China, pero algunos saldos como el comercial o el tecnológico no parecieran darle la razón a Estados Unidos. Hacia adelante, prestaría atención a la estrategia que elaboren Antony Blinken y Katherine Tai, futuros Secretario de Estado y Representante de Comercio, respectivamente, desde sus carteras.
Desde América Latina estamos imaginando la relación del nuevo presidente con la región. ¿Ves que puede haber lugar para sorpresas o Biden, gran conocedor de la región, aplicará el manual demócrata? ¿Creés que el nuevo presidente tiene cuestiones en agenda más allá de la inmigración de los países centroamericanos, el tema Cuba y el eterno debate sobre Venezuela?
Si Biden abriera sus brazos para relanzar las relaciones interamericanas, encontraría a una región más empobrecida, fragmentada y socialmente inestable que hace cuatro años. Creo que estará atento a toda la región andina en un año electoral crucial. Además siempre está la salvedad de que una cosa es la agenda para con Centroamérica y el Caribe y otra para con Sudamérica, por diferencias estructurales en las agendas y los vínculos.
No esperaría un cambio automático en la política migratoria, menos conociendo los antecedentes de Obama. Será interesante ver si Biden retoma el deshielo con La Habana o si el endurecimiento que Trump impulsó perdura, sobre todo por los lobbies latinos en el Congreso y sus vínculos con los demócratas. Algunos ven en Biden una oportunidad para una salida más concertada a la situación en Venezuela, pero la invitación del enviado de Guaidó a la asunción del 20 de enero para mí marca que el camino no es tan lineal.
Una sensación que está dejando la pandemia es que las instituciones internacionales, y en particular la OMS, no lograron mostrar solidez para abordarla. ¿Estás de acuerdo con esta idea? ¿Por qué creés que muchas veces las instituciones internacionales, a pesar de su legitimidad, no logran generar acciones concretas a gran escala ante problemas de gran impacto?
Hace unos meses la ONU cumplió 75 años, en un clima global de pesimismo respecto de las instituciones multilaterales en general. Creo que esta cuarta etapa del multilateralismo se abre con un Estados Unidos menos promotor que nunca y con una China con una injerencia impensada incluso diez años atrás.
Ese déficit que mencionás llevó a que se reforzaran las tendencias a la regionalización, con más foros y acuerdos en cada vecindario. Más allá de la OMS, me parece que en 2020 el G-20 buscó tomar el protagonismo en la Cumbre de Riad, donde por primera vez un tema no económico-financiero encabezó el comunicado conjunto. La presidencia italiana de este año quiere mostrar más resultados concretos, en particular con la pulseada por las vacunas.
¿Cómo imaginas a la Unión Europea en los próximos 10 años? ¿Más sólida o teniendo que lidiar cada vez más con las vertientes nacionalistas locales? ¿Macron puede adoptar el rol de liderazgo incuestionable que ostenta hoy Ángela Merkel?
La Unión Europea bajo la comisión de Úrsula von der Leyen arrancó esta década con el robusto Plan de Recuperación pospandemia y el nuevo presupuesto 2021-2027 ya en marcha, luego de todo un año de incertidumbre por la conclusión del Brexit y los efectos de la pandemia. Bruselas proclamó para 2050 una doble transición, digital y verde, además de un giro hacia una UE más geopolítica, como te mencionaba antes.
A futuro, deberá superar la prueba del consenso entre los 27 miembros, que cada vez más se abroquelan en subgrupos. No debe olvidarse que pese al padrinazgo de las dos grandes potencias “federalistas” comunitarias -Francia y Alemania- las iniciativas de la Comisión Europea merecieron fuertes objeciones tanto de los gobiernos “frugales” (Países Bajos, Suecia, Austria, Dinamarca y Finlandia) como del Grupo de Visegrado (Hungría, Polonia, Chequia y Eslovaquia).
Sobre la segunda pregunta, no tengo dudas de que la elección más importante este año será la de Alemania, en septiembre. A Macron le llegará su turno en 2022, cuando intentará romper la racha de Sarkozy y Hollande y asegurarse un segundo mandato. Si Alemania baja el perfil -en caso de ganar en las parlamentarias Armin Laschet, el sucesor de Merkel en la CDU- y Francia mantiene el suyo, es posible que Macron sea la nueva cara más visible, aunque para mí se prolongará la división de tareas de los últimos años: París-Bruselas la política exterior -sobre todo en África y Medio Oriente-, Berlín-Frankfurt la economía y las finanzas.
TOMÁS LISTRANI es analista internacional (UTDT) e historiador (ISPJVG/UBA). Es Director Académico de la Fundación Embajada Abierta, miembro del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) y docente universitario.