Las delegaciones de ambos países se reunieron en el hotel Captain Cook de la ciudad de Anchorage, en Alaska. La jornada inicial de las conversaciones, las primeras de la era Biden, comenzó con declaraciones ásperas y reproches pensados más para los respectivos públicos nacionales que para la delegación sentada al otro lado de la mesa.
El protocolo contemplaba una breve declaración por parte de cada uno de los jefes de delegación al inicio de la sesión inaugural. Sin embargo, el secretario de Estado estadounidense, Anthony Blinken, presentó la agenda de temas a abordar prevista por Washington: el accionar chino en Hong Kong, la persecución de la minoría uigur en Xinjiang, los ciberataques contra Estados Unidos y las presiones económicas contra sus aliados. Asimismo, Blinken subrayó la necesidad de abordar dichas cuestiones dado que socavan el orden legal internacional que mantiene la estabilidad global.
Por su parte, el consejero chino y segundo al mando en el Partido Comunista, Yang Jiechi, defendió los logros de su país en la lucha contra la pobreza y el éxito en la gestión de la pandemia de coronavirus. A continuación, procedió a denunciar la condescendencia implícita en el discurso de apertura de la delegación estadounidense. Yang Jiechi declaró que Estados Unidos no es el representante del mundo, así como tampoco los valores y principios defendidos por Washington son universales. Asimismo, el delegado chino sugirió que Washington se limite a resolver los profundos problemas que afectan a los 58 Estados en lugar de ejercer una jurisdicción a larga distancia reprimiendo a otros países con su fuerza militar y hegemonía financiera. Luego fue el turno de Wang Yi, ministro chino de Asuntos Exteriores. Éste agregó nuevos puntos a la lista de agravios cometidos por Estados Unidos. Particularmente, se refirió a la imposición de sanciones contra 24 funcionarios chinos y hongkoneses el día previo a la reunión.
Finalmente, Blinken decidió romper con el protocolo y tomar la palabra nuevamente. Acto seguido, Yang Jiechi hizo lo propio. No obstante, tras la retirada de los miembros de la prensa que cubrieron la apertura de las conversaciones, los intercambios continuaron a puertas cerradas sin sobresaltos. Según un funcionario estadounidense, los intercambios fueron sustanciosos, serios y directos. Cada una de las partes expresó sus intereses y prioridades.
A pesar de las rispideces ante la prensa, la reunión pretende sentar las bases para la gestión de la rivalidad entre Beijing y Washington durante los próximos cuatro años. De este modo, el objetivo fundamental es encontrar puntos en común en los que ambas partes puedan cooperar, tales como la situaciǿn en Myanmar, los programas nucleares norcoreano e iraní, y la lucha contra la pandemia y el cambio climático.