Jan Kubis, de Eslovaquia, presentó este martes su dimisión como enviado especial de las Naciones Unidas para Libia. La decisión del funcionario llega a tan sólo un mes de la fecha pautada para la celebración de elecciones presidenciales en el país africano. Kubis ocupó el cargo durante diez meses y no presentó explicaciones oficiales para su renuncia.
Ahora, nadie puede asegurar que la primera vuelta de los comicios vaya a celebrarse el 24 de diciembre, tal como estaba previsto. También estaba proyectado convocar a elecciones legislativas, pero éstas han sido postergadas hasta enero o febrero del año próximo.
Libia se encuentra profundamente dividida entre el este y el oeste. La salida de Kubis deja al país sin una figura que oficie de mediador entre las partes. En consecuencia, el mayor peligro no radica en la suspensión de las elecciones de diciembre, sino de un regreso al conflicto armado. Esto último podría suceder incluso si se llevan adelante los comicios.
Las partes enfrentadas acordaron un alto al fuego en octubre de 2020. A partir de ese consenso, se comprometieron a sacar del país a sus respectivos mercenarios. Sin embargo, miles de soldados extranjeros aún permanecen en territorio libio. De un lado, el bando de Jalifa Hafter cuenta con el apoyo de mercenarios rusos. Por otro lado, las autoridades de Trípoli y Misrata están respaldadas por Turquía y un grupo de mercenarios provenientes de Siria.
Antes de Kubis, el libanés Ghassam Salamé ejerció el cargo de enviado de la ONU para Libia. Durante dos años intentó reunir a las partes en conflicto buscando preservar la unidad. Ante los reiterados fracasos, Salamé alegó que el estrés era demasiado y dio un paso al costado. Su sucesor, Bernardino León, ocupó su lugar entre 2014 y 2015. Al ser acusado de parcialidad, León también dejó el cargo. Hace diez meses, Kubis asumió la responsabilidad de unir a los libios. Con su salida, Libia vuelve al punto de partida.