Al momento, 310 millones de personas de todo el mundo se contagiaron de COVID-19, y 5,5 millones fallecieron por la enfermedad, desde el comienzo de la pandemia.
El mundo está aprendiendo a convivir con la pandemia. Lo que hace casi dos años fueron restricciones férreas a la circulación de personas, hoy, en una situación de mayor contagiosidad por la variante Omicron, se traduce en controles más laxos. La clave, la vacunación. Aunque no hay resultados científicos concluyentes, la realidad sí evidencia que las distintas vacunas desarrolladas en el mundo están siendo efectivas para evitar casos graves y fallecimientos por COVID-19. Pero la disparidad en el acceso a las vacunas mostró con claridad una situación: la enorme desigualdad que hay entre países desarrollados y países en desarrollo, con África como continente más postergado. Según el Banco Mundial, poco más del 7 % de las personas en los países de ingreso bajo han recibido una dosis de las vacunas en comparación con más del 75 % en los países de ingreso alto.
En cuanto a la economía, el mayor impacto también es y será, lógicamente, sobre los países de menor desarrollo. Los países de ingreso alto ya evidenciaron al finalizar 2021, en promedio, una recuperación de su PBI de 5,6%, mientras que dicho número para los países de ingreso bajo solo fue 2,9%. Asimismo, el impacto sobre los ingresos ratifica la desigualdad: mientras que la caída del ingreso del 20% más pobre de la población es del 7%, en el caso del 20% más rico es del 2,5%, es decir, casi un tercio.
Otro reflejo de esta situación es que las cargas de la deuda en los mercados emergentes y las economías en desarrollo han aumentado durante la pandemia, registrando sus niveles más altos en 50 años. Esto no se terminará con la pandemia, ya que generará consecuencias muy duraderas en estos países, que afectarán seriamente sus perspectivas de desarrollo futuro.
Un aspecto muy relevante de la pandemia es el impacto sobre la educación. El confinamiento estricto obligó a cerrar escuelas y, con ello, a afectar muy negativamente el proceso de aprendizaje. En este sentido, se estima que el confinamiento en los países de ingresos bajos y medios redundará en que el 70% de sus chicos presenten condiciones de aprendizaje deficientes (que niños de 10 años no puedan leer un texto básico), 14% más que en la pre pandemia.
Por último, la pandemia ya evidencia un aumento relevante del precio de la energía (80% promedio), lo que repercute en un aumento de precios generalizado, en particular en los alimentos. Esto genera dificultades serias para que la población más pobre del planeta pueda acceder a su alimentación básica.
Cómo el mundo encarará la post pandemia, si puede hablarse de tal cosa, con particular énfasis en morigerar el impacto sobre las poblaciones más postergadas, será una de las preguntas a resolver en 2022.