Por Damián Szvalb / @DamianSz
Los gobiernos de Riad y Teherán habían cortado lazos diplomáticos en 2016 a raíz de la ejecución del líder religioso chiita Nimr al-Nimr. El malestar generado por ese suceso derivó en un ataque contra la embajada saudita en la capital de Irán. La ruptura se mantuvo durante cinco años, hasta que en 2021 delegaciones de ambos países se reunieron en Bagdad. Desde entonces se celebraron un total de cinco encuentros de alto nivel bajo el auspicio de Irak y Omán.
Cabe destacar que el proceso no ha sido lineal. Por ejemplo, entre septiembre y abril las reuniones estuvieron suspendidas a la espera de la conformación de un nuevo gobierno en Irak. Previamente hubo otro hiato en el marco de las elecciones en Irán. Más allá de las dificultades e interrupciones, la reanudación del diálogo se vislumbra como una señal alentadora para la estabilidad de Medio Oriente.
Por otro lado, la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, la cristalización de la retirada norteamericana de la región y la prioridad de otros asuntos en la agenda de Washington propiciaron que los países del Golfo tomaran cartas en el asunto. En un contexto de menor interferencia extranjera se volvió factible intentar acercar posiciones entre rivales.
El perfil de los dos grandes del Golfo pérsico
Ambos son Estados confesionales en los que la religión oficial es el islam y rige laley islámica o sharia. Sin embargo, en Irán la vertiente predominante es la chiita y en Arabia Saudita la sunita. Estas dos variantes de la religión están enfrentadas desde hace siglos.
En materia económica, tanto Arabia Saudita como Irán son países eminentemente petroleros. En el primer caso, se estima que casi un cuarto del total de las reservas globales de hidrocarburos se encuentra en territorio saudí. Irán cuenta con una economía más diversificada, con una gran cantidad de recursos destinados al desarrollo científico en el sector nuclear.
En lo que respecta a su vínculo con las grandes potencias, el reino de Salmán bin Abdulaziz es un aliado importante de Estados Unidos mientras que Teherán y Washington rompieron sus relaciones diplomáticas en 1980. Las rispideces entre estos últimos se vieron agravadas por la retirada de Estados Unidos del acuerdo nuclear de 2015 -oficialmente conocido como Plan de Acción Integral Conjunto- durante la Administración Trump. En marzo de 2021 el gobierno iraní, entonces liderado por Hassan Rouhani, firmó un acuerdo de cooperación estratégica con China. El pacto que busca fortalecer las relaciones con el gigante asiático en materia económica, política y estratégica, permanece vigente tras la elección de Ebrahim Raisi como presidente de la República Islámica en junio pasado.
La agenda estratégica del acercamiento
La reunión más reciente de esta serie de encuentros estuvo protagonizada por funcionarios de seguridad e inteligencia de ambas partes y el foco estuvo puesto en dos desafíos: por un lado, la normalización de los vínculos entre Irán y Arabia Saudita y, por otro, la guerra en Yemen. Del encuentro participaron representantes del Consejo Supremo de Seguridad Nacional de Irán y el jefe de inteligencia de Arabia Saudita, Khalid bin Ali Al Humaidan.
Los representantes iraníes propusieron la reanudación de las relaciones diplomáticas y la reapertura de embajadas. Riad, en cambio, sostuvo que primero es necesario contar con evidencia de que Teherán actuará de buena fe. Por lo tanto, en un principio la apertura de la embajada iraní solamente podrá estar asociada a las actividades que la delegación realice en la Organización para la Cooperación Islámica, con sede en Yeda. También se acordó que durante el mes de mayo se enviarían representaciones recíprocamente para discutir los pasos a seguir respecto a esta cuestión. Otro punto en la agenda fue la garantía de acceso a Arabia Saudita para los miles de iraníes que desean participar de las celebraciones anuales en La Meca. En promedio, 40.000 personas peregrinan desde Irán hacia el reino de Arabia Saudita cada julio para reunirse en el epicentro del Islam.
Para Riad el mayor desafío es la guerra que lidera contra los houthis en Yemen. El conflicto lleva más de siete años y los ataques de la minoría yemení ya han alcanzado objetivos en ciudades como Yeda, a más de 700 kilómetros de la frontera. Particularmente, la delegación de Arabia Saudita expresó su disconformidad con el rol de Irán en la guerra en la medida en que provee apoyo clave a los houthis.
La situación en Yemen
Desde hace siete años Riad lidera una coalición que apoya al gobierno yemení en contra del movimiento houthi, respaldado por Teherán, en el conflicto armado. De acuerdo con las Naciones Unidas, se trata de la peor crisis humanitaria de la que se tenga registro.
En abril pasado la Organización de las Naciones Unidas anunció la entrada en vigor de un alto el fuego en Yemen. La tregua de dos meses apunta a garantizar el arribo de cargamentos de combustible al puerto de Al Hudayda y de algunos vuelos comerciales a Saná, la capital yemení.
Durante el encuentro entre sauditas e iraníes que tuvo lugar el mes pasado en el aeropuerto internacional de Bagdad, estos últimos se mostraron optimistas respecto del cese de hostilidades. No obstante, se recalcó que es fundamental tomar medidas concretas para avanzar hacia una paz duradera. Arabia Saudita impulsó la conformación de un consejo presidencial de ocho miembros que fue instaurado a finales de abril. En tanto, Irán ha instado a las partes a poner fin al conflicto armado y está mediando una ronda de negociaciones entre distintos actores estratégicos yemeníes.
Un nuevo escenario
Con Estados Unidos concentrado en Ucrania, China y la inflación, Arabia Saudita e Irán tomaron el control de la partida de ajedrez. El acercamiento entre Riad y Teherán constituye un cambio de las políticas y la proyección de ambos países hacia la región. El gobierno iraní ha optado por mostrarse proactivo respecto de las relaciones con sus vecinos mas allá del estado en que se encuentra el pacto nuclear de 2015. Por su parte, Arabia Saudita busca desprenderse de su estrecha asociación con Washington.
En el futuro próximo, las partes acordaron organizar una reunión de menor nivel en Omán antes de volver a encontrarse en Bagdad. Si el clima de optimismo y el diálogo constructivo se sostienen, cabe la posibilidad de que este año se celebre una cumbre entre los ministros de Relaciones Exteriores de ambos países. La continuidad de las conversaciones contribuirá notablemente a reducir las tensiones a nivel bilateral y regional. El progreso dependerá en gran medida del desarrollo de la situación en Yemen. Concluida la tregua de sesenta días podría acordarse una extensión. Al mismo tiempo, los resultados de las negociaciones de paz serán clave.
Nota original: ElArchivo.com