Después de casi 48 horas sin comparecer públicamente, el presidente de Brasil se dirigió a la prensa para informar que continuará desempeñando las funciones que le atribuye la Constitución. A continuación, el ministro de la Casa Civil, Ciro Nogueira, comunicó que Jair Bolsonaro ya le ordenó avanzar en el proceso de traspaso del mando. Luego de que el presidente compartiera su escueto discurso, sus seguidores tomaron las calles de Río para pedir una intervención militar contra el próximo gobierno, que encabezará Lula da Silva.
La aparición pública de Bolsonaro ha contribuido a disipar los temores de una deriva al estilo Trump al momento de concretarse el traspaso del poder. El Tribunal Superior Electoral proclamó los resultados el domingo por la noche y rápidamente los presidentes de las dos Cámaras legislativas los han reconocido. Además, el equipo legal del mandatario no ha recurrido a la vía judicial para contestarlos.
Al día siguiente de que el presidente diera por terminado su aislamiento motivado por la derrota, miles de bolsonaristas se congregaron a las puertas de la sede del Ejército en Río de Janeiro. Los seguidores del líder derrotado pedían ayuda a los militares para salvar a Brasil del comunismo. Las pancartas referían a la necesidad de una intervención por parte de las Fuerzas Armadas para impedir la asunción de Lula.
En paralelo, las principales rutas del país estaban obstruidas por los bloqueos liderados por distintos grupos bolsonaristas. El Supremo Tribunal Federal ordenará su levantamiento inmediato y los gobernadores de los tres Estados más poblados del país -y aliados de Bolsonaro- se vieron obligados a hacer cumplir la orden involucrando a las fuerzas de seguridad. El propio Bolsonaro declaró que simpatizaba con el sentimiento detrás de los bloqueos en contra de Lula de Silva, pero que no comulgaba con los mecanismos de protesta.