Una revisión de la política de defensa australiana, encargada por el gobierno de centro-izquierda del premier Anthony Albanese, tomó estado público esta semana. Según el informe, la seguridad estratégica del país cambió radicalmente, en particular por la expansión militar de China. Ésta es considerada la mayor y más ambiciosa desde el final la Segunda Guerra Mundial.
Como informó The Economist, la afirmación de soberanía de China sobre el Mar de China Meridional es de gran preocupación para los australianos. Creen que amenaza el orden mundial vigente, del que Australia depende en gran medida por sus lazos vitales con las cadenas de comercio global.
El ministro de Defensa, Richard Marles, dijo que las defensas de Australia ya no sirven “para su propósito”. Temen menos una invasión que el daño que podrían sufrir desde lejos, ya que han “perdido la ventaja de la lejanía”, según The Economist. De hecho, los misiles chinos podrían alcanzarlos y las rutas marítimas que sostienen su economía “son vulnerables a los bloqueos”.
La creencia entre el liderazgo australiano es que, para defenderse y mantener la paz en la región del Indo-Pacífico, Australia debe ser capaz de proyectar su poder más allá de sus costas. Esto podría resolverse a través del AUKUS, el pacto trilateral por el que EE. UU. y Gran Bretaña suministrarán a Australia submarinos de propulsión nuclear.
Pero además, existe la creencia de que Australia debe desarrollar capacidades de ataque más amplios, con municiones propias. De hecho, el gobierno australiano aceptó el informe en su totalidad, y se reorientarán partidas para contar con opciones de ataque de mayor alcance. Esto cuenta con el apoyo bipartidista, aunque algunos temen ser demasiado provocadores.