Por Damián Szvalb.
La semana pasada, en Varsovia y Sochi, se realizaron dos reuniones muy significativas que revelan los distintos intereses que tienen Estados Unidos y Rusia sobre Medio Oriente. Queda claro que Trump y Putin no juegan del mismo lado y esto dificultará cualquier posible solución de los muchos conflictos que atraviesan la región, entre ellos la amenaza Iraní, la guerra en Siria (situación de los kurdos) y el conflicto israelí-palestino.
En el encuentro de la capital polaca, la diplomacia estadounidense convocó a más de 60 países en una reunión por la paz y la seguridad en Medio Oriente. La principal preocupación de Trump es Irán. Por su parte, en la cumbre del balneario ruso del mar Negro, el presidente Putin le habló sobre sus planes para la posguerra siria al presidente iraní, Hasan Rohani, y al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.
En Varsovia estuvo Benjamín Netanyahu, quien compartió la conferencia con enviados de países árabes como Arabia Saudí, Kuwait, Marruecos, Omán, Bahréin, Túnez, Egipto, Jordania y Emiratos Árabes Unidos. Un hecho histórico si se tiene en cuenta que desde la Conferencia de Madrid en 1991 ningún primer ministro israelí se había sentado con tantas delegaciones árabes en una misma mesa.
Hay que recordar que dos años después de aquella cumbre en Madrid, israelíes y palestinos firmaron los Acuerdos de Oslo, que sentaron las bases para la creación de la Autoridad Palestina. Sin embargo nadie espera que después de la Conferencia de Varsovia vaya a pasar algo parecido, principalmente porque no participó ningún representante palestino. Además, Trump está mas preocupado en hacer una alianza entre Israel y los países árabes: todos quieren frenar el expansionismo iraní.
Para Netanyahu también es prioritario Irán. Dijo que representaba “un hito” que en ”una única sala, en presencia de decenas de gobiernos, un primer ministro israelí y ministros de los principales países árabes han estado juntos y han hablado en voz alta contra el peligro que representa el régimen iraní”. Si bien había cierta expectativa sobre lo que podía decir Jared Kushner, asesor principal para Medio Oriente de Trump, sobre el plan de paz para Oriente Próximo que ha elaborado por encargo de la Casa Blanca, nada fue develado. Sí se supo que esta iniciativa no será presentada antes de la celebración de las legislativas convocadas en Israel el 9 de abril para que no sea tema de campaña.
Mientras esto sucedía en Varsovia, Putin buscaba seguir reforzando el rol de su país en el tablero mundial. En Siria ya lo logró al correr a Estados Unidos de escena y mantener en el poder a Bashar Al Asad. Por eso les avisó a Rohaní y a Erdogan que su voz será decisiva en el papel de ambos en el futuro del país. Al presidente turco le pidió que resuelva la situación en Idlib, al norte de Siria, en el que todavía está activo el último bastión de la oposición a Al Asad y de grupos cercanos a Al Qaeda. En otras palabras, Turquía debe liberar esa zona de yihadistas. El objetivo para Putin y Rohaní es que el régimen sirio recupere el control de todo el territorio sirio.
Rusia e Irán también buscan que las milicias kurdas, que han combatido durante años y con éxito al ISIS, se acerquen al régimen de Al Asad en lugar de negociar con Estados Unidos, quien había sido su aliado en la contienda y que los habría dejado desprotegidos frente a Erdogan.
Si bien Estados Unidos y Rusia tienen prioridades diferentes, será inexorable que mas temprano que tarde sus intereses choquen. Por ahora están tratando de consolidar sus alianzas en la región para no ceder influencia. Si bien Estados Unidos se «desenganchó» de la guerra en Siria, Trump parece no estar dispuesto a cederles mas terreno ni a Putin ni a Irán. Cómo hará eso es el principal interrogante.