Los ataques de este fin de semana contra la industria del petróleo de Arabia Saudita, primer exportador del mundo y segundo productor, por detrás de Estados Unidos hicieron que el precio del barril de crudo haya subido más de un 10%.
Es más, en algunos momentos el precio registró las mayores subas desde la Guerra del Golfo en 1991. Los precios del petróleo se dispararon después de que los ataques con drones asumidos por los rebeldes yemeníes Huthi contra la refinería de Abqaiq, la mayor del mundo, y el campo de Khurais, interrumpiesen la mitad de la producción diaria saudí, esto es, 5,7 millones de barriles.
La empresa petrolera Aramco, la más grande del mundo, informó que podrían pasar varias semanas hasta que sus instalaciones vuelvan a operar con normalidad, lo que hace temer sobre las consecuencias que ello pueda tener en el suministro de crudo mundial. De todos modos, y según la prensa, las exportaciones estarían garantizadas en las próximas semanas gracias al stock que dispondría Arabia Saudita.
En el plano estrictamente político y militar, Estados Unidos y Arabia Saudita señalan a Irán como responsable del bombardeo contra las instalaciones petroleras. La Administración Trump publicó una serie de imágenes satelitales que, a su juicio, demuestran que la procedencia del ataque es el norte o noroeste, lo que reforzaría su tesis sobre la autoría iraní.
EE UU advierte de que prepara su respuesta una vez la información se verifique. Teherán sigue negando tajantemente la acusación. Este gravísimo hecho parece alejar lo que hace una semana parecía posible: un acercamiento entre EE UU e Irán con el fin de abrir una nueva negociación nuclear. Hoy ya parece imposible..
Recordemos que desde marzo de 2015, en Yemen se enfrentan las fuerzas del presidente reconocido internacionalmente, Abd Rabbu Mansour Hadi, que es apoyado por una coalición internacional dirigida por Arabia Saudita, y los combatientes y aliados del movimiento rebelde de los hutíes, que están siendo respaldados por Irán.
Este hecho también demuestra que prácticamente todo lo que pasa hoy en Medio Oriente debe leerse bajo la sombra del enfrentamiento entre Arabia Saudita e Irán. La “guerra fría” entre estos países se convirtió en una disputa abierta por la supremacía política y religiosa de la región y del mundo musulmán: se trata de la eterna lucha entre sunitas y chiitas. Yemen es el principal escenario.
Pero esta guerra siempre había quedado en un segundo plano, «opacada» por la tragedia siria. Pero parece que ahora, luego de estos bombardeos que afectan directamente a la economía global, el mundo posará los ojos en un conflicto que ya lleva cuatro años en los cuales la comunidad internacional nunca se ocupó, ni siquiera para resolver la brutal crisis humanitaria que este enfrentamiento generó en Yemen. Según datos de la Onu, la 16 millones de personas pasan hambre.
Una escalada en este conflicto podría tener consecuencias gravísimas. Quizás por eso el príncipe heredero de Arabia Saudita está mucho más prudente que su socio Trump. Sabe que de confirmarse que Irán estuvo detrás del ataque lo obligaría actuar. Y el tamaño de esa respuesta podría determinar el futuro cercano de Medio Oriente y de gran parte del mundo. Demasiada responsabilidad.