La batería de medidas y paquetes de estímulos tanto monetarios como fiscales impulsados por los gobiernos de todo el mundo no han sido suficientes para evitar que los mercados de valores sigan cayendo. Principalmente, se trata de una cuestión de incertidumbre sobre cuánto puede llegar a durar la crisis del coronavirus. No obstante, las cifras más impactantes son las del petróleo, que en el último mes ha pasado de los casi 50 dólares por barril a sólo 20.
En Europa, el brent -crudo de referencia-, vio caer su precio en un 55% por la reducción de consumo a causa de los confinamientos que atraviesan el continente así como también a causa de la guerra de precios entre Arabia Saudita y Rusia, dos de los mayores productores a nivel mundial. La sobreoferta en un contexto de lockdown global es tal que no hay forma de activar el consumo ni de almacenar todo lo que se produce.
En este escenario, los mayores perdedores serán los países productores medianos, como Argentina y otros países latinoamericanos, que no pueden sostener la producción sobre la base de una venta a precios irrisorios durante un período tan extenso.
La situación del petróleo es un claro ejemplo de que aunque la mayor parte de la población mundial se encuentra encerrada en sus hogares, el mundo -la política y la economía- no está en cuarentena, sino igual o más activo que en períodos de normalidad. Quizá el comercio internacional haya caído desde que se desató la crisis, pero ello ha llevado a que los gobiernos deban trabajar activamente para enfrentar la situación. Al mismo tiempo, los intereses de los estados no fueron dejados de lado a pesar del contexto adverso, tal como lo demuestra la guerra de precios entre Moscú y Riad.