Hace ya 30 años que Francia discute sobre si el velo islámico puede coexistir con el laicismo, un principio fundamental de la República. El debate volvió a abrirse en estos últimos días con virulencia y llegó a su presidente, Emmanuel Macron,
La polémica en torno al hiyab, que se arrastra desde 1989 cuando el director de una escuela en Creil, localidad al norte de París, vetó la entrada a tres alumnas con velo, revela otra vez las graves dificultades del modelo francés de integración.
Parece claro que no se ha encontrado todavía la fórmula, ni en Francia ni en otros países de Europa, para integrar en una sociedad europea del siglo XXI, a una comunidad musulmana en la que una parte optó por una interpretación ortodoxa de su religión. El miedo que genera el permanente estado de alerta antiterrorista, muchas veces exacerbado por los medios de comunicación y algunos sectores políticos, afecta la relación con los musulmanes.
Desde 2004 es la ley la que dice que en las escuelas francesas esté prohibido usar cualquier signo religioso “ostentoso”, ya sea un hiyab, una kipá o un crucifijo de grandes proporciones. Y desde que se promulgó la ley, en todos los colegios de Francia la norma es respetada.
Sin embargo un grupo de políticos conservadores quiere ir por más y reavivó la discusión sobre el uso en los lugares públicos de los signos religioso: ahora quieren prohibir que las madres que acompañan a alumnos en actividades extraescolares usen velo.
Emmanuel Macron se opone. Ayer mismo dijo que la ley de 2004 alcanza para garantizar la laicidad en el entorno escolar. Esta medida que impulsan los conservadores afectaría sobre todo a escuelas en zonas con un alto número de población inmigrante. Desde ese año también se aprobaron otras leyes para restringir el uso del velo, En 2010 se prohibió portar en la calle prendas que oculten el rostro como el burka o niqab y en la reforma laboral de 2016 abrió la puerta a limitar el uso del hiyab en empresas privadas.
Todo estas medidas se tomaron en pos de una laicidad consagrada en la legislación francesa pero que, en el contexto político y demográfico actual, es usado por algunos para disimular sus posturas islamófobas. Este debate reapareció hace un par de semanas cuando un político de ultraderecha instó a una mujer que acompañaba a varios alumnos a quitarse el hiyab en un debate público.
El martes de esta semana, el Senado aprobó una propuesta de ley de los conservadores para prohibir esta prenda a las acompañantes en actividades extraescolares. Sin embargo, la mayoría gubernamental en la Asamblea Nacional la va a frenar.
Durante el acalorado debate, un senador defensor de la iniciativa llegó a comparar a las madres con hiyab con “brujas de Halloween”. En vísperas de la votación, un antiguo candidato del ultraderechista Frente Nacional hirió a dos personas en un ataque contra una mezquita de Bayona.
Ante este aumento de la tensión, Macron alertó el martes contra quienes “quieren sembrar el odio y la división” y utilizan para ello el argumento de la laicidad “para combatir una religión u otra”. “La laicidad no es la negación del hecho religioso ni un instrumento de lucha contra las religiones, sino un valor que completa el tríptico republicano (libertad, igualdad, fraternidad) en cuanto liga y refuerza cada uno de esos pilares”, dijo el mandatario durante la inauguración del nuevo Centro Europeo del Judaísmo (CEJ) en París.
Este debate no solo genera grietas entre los políticos y los intelectuales. Según una encuesta el 78% de los franceses considera que el modelo francés de laicidad “está en peligro”. Para el 61%, el islam es “incompatible con los valores de la sociedad francesa”.