La sociedad israelí, en un hecho sin precedentes en ese país, tendrá que ir a votar por tercera vez en menos de un año para elegir a su gobierno. La Kneset se disolvió el miércoles, pocas horas antes que expirara a la medianoche de ese día, el plazo para formar Gobierno . El 2 de marzo de 2020 se volverán a abrir las urnas. Elegir la fecha parece que fue en lo único en que se pusieron de acuerdo las principales fuerzas políticas en Israel.
Esta vez se espera que lo que no pudieron destrabar los dirigentes lo haga la gente, es decir que rompan el empate que se dio en las elecciones de abril y se repitió en las de septiembre. Si bien la población y los analistas políticos responsabilizan de este fracaso para salir del bloqueo político a toda la dirigencia, las mayores críticas recaen sobre Benjamín Netanyahu.
Las tres acusaciones por fraude y cohecho y abuso de poder en tres casos de corrupción presentadas el mes pasado por el fiscal general contra él son claves para entender lo que está pasando en Israel. Por un lado, Bibi sabe que está acorralado judicialmente y necesita de cualquier forma quedarse como primer ministro. Recordemos que Netanyahu no está obligado a renunciar mientras el Tribunal Supremo no dicte sentencia firme, de modo que un nuevo proceso electoral le garantizará al menos otros seis meses de blindaje legal. Si es declarado culpable, afronta una condena de hasta 10 años de prisión.
De todas formas, la justicia no se ha detenido a causa de esta nueva convocatoria electoral. Ayer, Netanyahu tuvo que renunciar a los cuatro ministerios (Sanidad, Bienestar Social, Agricultura y Asuntos de la Diáspora Judía) que tenía a cargo como jefe de Gobierno. Fue un requerimiento del Tribunal Supremo tras una petición de la ONG Movimiento por la Calidad del Gobierno. Sus abogados anunciaron que la dimisión de los cargos ministeriales se hará efectiva el 1 de enero.
Luego del “empate” entre las dos grandes coaliciones en las últimas elecciones de septiembre (la centro izquierda liderada por Gantz obtuvo 57 y la centro derecha de Bibi 55) y de que Avigdor Lieberman (tiene 8 escaños) se haya negado a pactar con alguno de ellos, todo hacía pensar que esta vez la fórmula para romper el bloqueo político era armar una gran coalición entre los dos grandes partidos (Azul y blanco y Likud).
Lo intentaron pero todo salió mal. Gantz propuso a Netanyahu que, para “evitar unas elecciones inútiles”, debía renunciar a la inmunidad parlamentaria y acatar ser el segundo en una eventual rotación para ejercer por turno como jefe de Gobierno de una gran coalición. “La Kneset no debe convertirse en un refugio (frente a la justicia)”, advirtió hace pocos días Gantz. Pero esa era una oferta que el primer ministro no podía aceptar: lo dejaba más cerca de la cárcel.
Antes de volver a enfrentar unas elecciones generales, Bibi tiene otro problema: su frente interno. El ex ministroGideon Saar está decidido a disputarle el liderazgo del Likud en unas primarias que serán el próximo día 26. Según la prensa israelí, Saar está armando un sólido frente de rechazo al histórico líder del partido. De todos modos no la tendrá fácil porque las primeras encuestas señalan que Bibi obtendría mejores resultados que Saar como cabeza de lista del Likud en las generales.
En este contexto, seguramente la centro izquierda apostará a hacer una campaña enfocada en las imputaciones a Bibi y de cómo sus problemas legales están condicionando la agenda política de Israel hace meses. Las encuestas ya marcan que Gantz está creciendo un poco y que la derecha cae. De todos modos por ahora nada indica que se pueda salir de este empate.
Más que nunca, las próximas elecciones de marzo de 2020 serán un referéndum sobre Bibi y él lo sabe muy bien. Por eso, en la campaña que ya empezó, redoblará la apuesta y extremará sus posicionamientos con respecto a Irán y a los palestinos. Buscará apuntalar a un electorado esencialmente nacionalista y conservador al que le preocupa por encima de cualquier otra cosa la seguridad del país.
Pero para quedarse en el poder, Bibi necesita sacar una ventaja considerable para no tener que depender de Gantz ni de nadie. Sabe que sin una mayoría absoluta (61 escaños) no podrá garantizarse inmunidad y eso hará inevitable su ocaso político.