El último sábado, 28 cuerpos de migrantes ahogados en el intento por llegar a Europa aparecieron en una playa de la costa de Libia. Una semana atrás, 160 migrantes fallecieron en la misma zona producto del naufragio de dos embarcaciones. A finales de noviembre, 75 personas también se ahogaron en las cercanías del país africano mientras pretendían cruzar el Mediterráneo.
Otros puntos calientes de los flujos migratorios incluyen la ruta atlántica entre África y las Islas Canarias, y las aguas del mar Egeo. Allí, este fin de semana fallecieron al menos 16 personas que habían partido de Turquía y buscaban llegar a Italia. Esta serie de tragedias evidencia que el Mediterráneo central es la ruta más letal para llegar a Europa y que la Unión Europea (UE) aún no ha tomado cartas en el asunto.
Esta semana, el primer ministro italiano Mario Draghi reclamó a Bruselas la necesidad de desarrollar e implementar planes de acción concretos, adecuadamente financiados y dirigidos a todas las rutas del mar que separa al continente europeo del Norte de África. Para quien fuera presidente del Banco Central Europeo, una gestión eficaz de la situación migratoria permitiría proteger las fronteras de la UE, combatir el tráfico de personas y recibir adecuadamente a los migrantes que decidan buscar mejores oportunidades en el viejo continente.
La Organización Internacional para las Migraciones registró 1.692 muertes y desapariciones en el mar entre el 1 de enero y el 21 de diciembre de 2021. Desde 2014 han muerto o desaparecido alrededor de 23.150 personas en su intento por llegar a Europa a través del Mediterráneo. La Organización dependiente de Naciones Unidas también informó que las cifras reales podrían ser aún mayores considerando el número de naufragios que no son denunciados.
Roma anunció la implementación de corredores humanitarios seguros y legales para los migrantes y refugiados. Al mismo tiempo, ha instado a sus socios europeos a replicar el modelo. Asimismo, el Gobierno italiano reclamó a Libia el cierre de los centros de detención a donde son enviadas las personas rescatadas y los migrantes detenidos.
La falta de políticas migratorias a nivel europeo obliga a los países de la ribera norte del Mediterráneo – Italia, España y Grecia – a colaborar entre sí y con los países de la otra orilla – Libia, Túnez y Marruecos – para gestionar los flujos migratorios irregulares. A pesar de las condiciones climáticas adversas, durante el otoño y lo que va del invierno las pequeñas embarcaciones no han cesado de partir desde las costas africanas con destino a Europa.