Por Damián Szvalb / @DamianSz.
1 – Cataluña hizo temblar a España y también a Europa
El desafío independentista catalán se transformó en la noticia más importante no solo en España sino también en Europa: reveló en todas sus dimensiones las dificultades que la dirigencia europea puede tener a la hora de canalizar las demandas separacionistas que están latentes en varias regiones de ese continente. La idea de una Unión Europa unificada y fuerte, aunque indirectamente, también ha sido cuestionada por los catalanes.
La crisis en Cataluña desnudó la falta de manejo político del presidente español Mariano Rajoy como así también la irresponsabilidad de la dirigencia de los principales partidos independentistas catalanes. Todo esto llevó a la intervención de Cataluña por parte del gobierno central español y dejó a los más altos funcionarios de la Generalitat presos o exiliados. Y lejos de destrabar esta situación, los resultados de la reciente elección de Cataluña para formar un nuevo gobierno revelaron lo difícil que va a ser encontrar una salida a este conflicto que conforme a las partes.
El plan de Rajoy de convocar a las elecciones rápidamente para volver a la normalidad y que Cataluña recupere la autonomía de la que gozaba un segundo antes de la intervención se complicó con los resultados. Las fuerzas independentistas, que en octubre habían roto el status quo declarando la independencia luego de un referéndum ilegal, demostraron que siguen siendo la fuerza con más capacidad de articulación política para gobernar la región.
El presidente Rajoy volvió a fallar en lo que siempre falla: la política. Primero había dejado correr el conflicto con los separatistas hasta que no le quedó otra que aplicar el artículo 155 para intervenir Cataluña. Luego, ya en campaña para estas elecciones, no pudo aprovechar la crisis de los partidos independentistas, que tenían a sus líderes exiliados o en las cárceles, para generar consenso entre los partidos constitucionalistas, generar un frente que pudiera ganar la mayoría en el Parlamento y frenar el entusiasmo separatista. Lo de su partido fue patético. Solo Ciudadanos, con una líder de evidente solidez y claridad conceptual, Inés Arrimadas, demostró una lectura adecuada de la situación.
2018 deparará más preguntas que respuestas. Seguramente los independentistas formarán gobierno y seguirán con su agenda. Resta ver si la intervención y la situación de su liderazgo (presos o exiliados) los hará construir una agenda más afín con la constitución española. Del otro lado estará Rajoy que ahora tiene un desafío extraordinario. Deberá canalizar las nuevas-viejas demandas de los independentistas que volvieron a ganar en las urnas y que quieren separarse de España. Se debería abrir una negociaron para no avivar el conflicto. El problema es que los protagonistas son los mismos que han llevado a una situación gravísima que amenaza no solo la estabilidad de España sino la de toda Europa.
2 – Trump le toma el gusto a la política exterior
Durante su campaña presidencial, poco dijo Donald Trump sobre su visión del mundo y sobre cuáles serían sus prioridades en política exterior. Sin embargo, una vez en el poder, construyó una agenda que ha impactado en todo el mundo.
La disputa con Corea del Norte fue el tema central de la agenda exterior norteamericana. Fueron varios rounds discursivos y amenazantes entre Trump y Kim Jong-un que le valieron al primer mandatario estadounidense algunos cuestionamientos de los líderes europeos. También hubo pruebas nucleares y movimientos militares preocupantes. Pero nunca se cruzó el límite que podría haber generado una guerra de impredecibles consecuencias. Parece inevitable que Corea del Norte se transforme en una potencia nuclear. La gran pregunta entonces es qué hará con eso: ¿cumplir sus amenazas de atacar a Estados Unidos, a sus sus vecinos y a los europeos? ¿o se conformará con lo que se conforman todos cuando adquieren la capacidad nuclear: disuadir a sus enemigos y mantener un status quo que le de estabilidad al régimen?
En Medio Oriente recompuso la relación con Arabia Saudita y, sobre todo, con Israel. Fueron los dos primeros países que visitó cuando, 100 días después de asumir, salió de Estados Unidos por primera vez. Sus fuertes críticas al pacto nuclear iraní firmado por su antecesor, Barack Obama, y a cómo ese país sigue siendo una fuente de inestabilidad regional, marcaron también su posicionamiento en el Medio Oriente.
Probablemente su mayor logro internacional fue haber intervenido, limitada pero fuertemente, en la guerra siria. Aquel bombardeo a Siria de principio de año sorprendió a propios y extraños. Fue interpretado como un mensaje a Putin, quien hasta ese momento venía haciendo lo que quería en ese país. Dentro de las fronteras fue visto como una advertencia de que Estados Unidos, a diferencia de lo que pasaba con Obama, actuará de ser necesario. También les cayó bien a los europeos que siguen siendo espectadores angustiados de la expansión rusa.
Quizá uno de los puntos de mayor conflicto con el mundo fue la decisión de retirar a Estados Unidos del Acuerdo de Paris, consensuado por 195 países a fines de 2015 con el objetivo de controlar la emisión de gases que generan un progresivo deterioro del ecosistema. La medida, que recién podría ponerse en práctica a fines de 2020, tiene mucho de efectista y se enmarca en la necesidad de Trump de ir cumpliendo cada una de sus promesas de campaña, o al menos las que pueda, sobre todo las que tocan de cerca al pueblo estadounidense. Su firme intención de recuperar la industria nacional y llevarla a niveles de actividad de varias décadas atrás, para muchos inviable, es el gran justificativo de Trump para salirse del Acuerdo de Paris. Líderes de todo el mundo condenaron su decisión.
El último golpe fue el haber ordenado trasladar la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén reconociendo a esta ciudad como capital del Estado de Israel. Si bien todos esperaban un caos y una reacción fuerte del mundo árabe y musulmán, eso no ocurrió: están todos muy ocupados en otros asuntos. Los palestinos, otra vez, quedaron solos. Los líderes del mundo, e incluso la ONU, lamentaron la decisión de Trump y se mantuvieron firmes en la solución de dos estados para dos naciones.
3 – Trump en casa: en busca de gobernabilidad
Donald Trump cerró su primer año como presidente de Estados Unidos con un éxito político que le proporciona lo que le venía faltando desde que asumió: gobernabilidad. Lo logró impulsando una extraordinaria rebaja de impuestos, la máxima de la historia reciente en el caso de las empresas.
La Cámara de Representantes y el Senado aprobaron el proyecto tributario gracias a la mayoría republicana y con la total oposición de los demócratas. Nada de consensos. Esto le da a Trump un importante apoyo para encarar el 2018. Durante este año se dedicó a fidelizar su base electoral demostrándoles a quienes lo votaron que estaba dispuesto a encarar todo los que les había prometido en campaña. Eso quedó claro más allá de que muchas iniciativas fracasaron. También juegan a su favor los números de la economía norteamericana, que no para de crecer.
Con su partido se lleva mal desde el día que se postuló como precandidato. Primero lo subestimaron, después hicieron lo posible para sacarlo de carrera. Ya en el gobierno lo acompañaron poco y a desgano: algunos legisladores republicanos le impidieron avanzar en reformas clave para él, como la fulminación del Obamacare. Este vez impulsó una reforma histórica que a los republicanos, que creen en las bondades del derrame, siempre les gustó. Y fue por todo: desde la época de Reagan no se le daban tantos beneficios a los multimillonarios y las grandes corporaciones, que serán los grandes ganadores por la rebaja de impuestos.
Esto le sirve a Trump para mejorar ostensiblemente su vínculo con el Partido, al que seguramente necesitará cerca en el 2018, que será un año turbulento: la investigación del Rusiagate avanza y parece difícil que el presidente pueda salir intacto. Hasta ahora, los republicanos no parecían muy dispuestos a inmolarse por su presidente. Tampoco lo harán ahora, pero quizá sientan que quien ocupa la presidencia entendió lo que quiere el establishment partidario y empiecen a moverse un poco más para tratar de despegarlo de las investigaciones. Trump agradecerá su colaboración.
4 – ISIS, caer y sobrevivir
Durante 2017, ISIS perdió su base territorial que hace tres años lo convirtió en un actor poderoso en el Medio Oriente. Desde allí alimentó ideológicamente a cientos de yihadistas que hoy viven en Europa. La necesidad de rusos e iraníes por consolidar al régimen de Al Asad explica, más que ninguna otra cosa, el fin del “Califato”.
El Estado Islámico se ha visto superado, en lo militar y en lo estratégico, por una coalición de fuerzas que, además de rusos e iraníes, incluyó al ejército sirio, al ejército iraquí y sus aliados locales, a fuerzas de EE.UU y a milicianos kurdos.
Sin embargo, ISIS no perdió protagonismo. Siempre se ocupó de reivindicar todos y cada uno de los atentados terroristas ocurridos este año. Más que nunca necesita eso para demostrar su vigencia. En su momento de mayor auge, el ISIS fue brutalmente eficiente: utilizó las herramientas del siglo XXI para expandir y exportar su criminal ideología. El mensaje ha calado hondo, y es lo que hace que miles de yihadistas estén convencidos de matar en el momento y lugar que consideren más apropiado. Los medios de comunicación y las redes sociales se transformaron en sus mejores aliados para expandir un mensaje que ya nadie puede detener.
El gran objetivo de ISIS durante 2018 es mantenerse presente como una amenaza permanente.
5 – Irán vs Arabia Saudita: el choque inevitable
Todo lo que ocurrió en 2017 y lo que vaya a pasar en Medio Oriente de acá en adelante, debe leerse bajo una sombra que se expandió tanto que ya cubre a toda la región: el enfrentamiento entre Arabia Saudita e Irán. La guerra fría entre estos países se está convirtiendo, lenta pero peligrosamente, en una disputa abierta por la supremacía política y religiosa de la región y del mundo musulmán. Sin dudas estamos ante un silencioso pero delicado enfrentamiento que merece la máxima atención de los líderes mundiales: se trata de la eterna lucha entre sunitas y chiitas.
Durante este año Irán consolidó su influencia con el gran éxito que obtuvo en Siria al sostener en el poder a su socio Bashar Al Asad. Frente a esta expansión iraní, y mientras atajaba los misiles que desde Yemen los Hutis proiraníes le lanzaban sobre Riad, Arabia Saudita reaccionó y ahora se prepara para chocar de frente. No está en sus planes ceder un centímetro de influencia en la región. El príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman, conocido como MBS, está al frente de un proceso de reformas internas que busca, por sobre todas las cosas, modernizar al país en lo económico, lo religioso y lo político. Creen que es la mejor plataforma para enfrentar el desafío iraní.