Con su promesa de extender la soberanía de Israel al valle del Jordán, algo así como anexionar aproximadamente el 30% de Cisjordania, Bibi Netanyahu generó, a menos de una semana para las elecciones en Israel, algo que no sucedía hace mucho en el Medio Oriente: que todo el mundo árabe se una. En este caso para condenar esta propuesta.
Los 22 miembros de la Liga Árabe rechazaron, por unanimidad, lo que consideran una “violación de la legalidad internacional”. Con esta promesa, Netanyahu parece haber decidido priorizar sus objetivos electorales inmediatos a riesgo de generar una crisis con varios de los países árabes con los que había construido una relación de acercamiento inédita en los últimos años, sobre todo con Arabia Saudita.
Por primera vez en mucho tiempo, la monarquía saudí se pronunció abierta y públicamente respecto a la cuestión palestina: condenó lo que considera “una violación del derecho internacional” y además busca convocar a una reunión de emergencia de la Organización Islámica de Cooperación para debatir la propuesta “sin base legal” del primer ministro israelí.
Al príncipe heredero, Mohammad Bin Salman, esta propuesta de Bibi le habrá caído muy mal ya que aleja aún más cualquier posibilidad de llegar a un acuerdo con los palestinos. Y eso es lo que necesita para poder “blanquear” la muy buena relación que mantiene con el gobierno de Israel. Ambos tiene un enemigo en común: Irán. Pero la calle árabe, por más rechazo que le tenga a los iraníes, nunca soportaría una alianza con Israel si el tema palestino no está resuelto antes.
Jordania, con quien Israel además mantienen relaciones formales, dijo a través de su canciller que esta propuesta “socava los cimientos del proceso de paz” y da “muerte a todas las oportunidades para la paz por intereses electorales es irresponsable y peligroso”. Egipto lo consideró como “un paso peligroso”.
El reino de Bahréin, que recibió en junio la conferencia económica sobre el plan de paz de EE UU, dijo que el anuncio de Netanyahu muestra “una clara voluntad de no querer buscar un acuerdo de paz justo”.
Netanyahu ha centrado sus esfuerzos diplomáticos durante una década en el poder, en el acercamiento a Arabia Saudita, las monarquías del Golfo y los denominados países árabes moderados. El llamado “acuerdo del siglo”, el plan de paz auspiciado por el presidente Donald Trump y que se conocería después de las elecciones en Israel, busca también la normalización de relaciones entre Israel y ese grupo de naciones.
El territorio que Netanyahu pretende anexionar del valle del Jordán comprende básicamente la parte oriental del Área C (de gestión exclusiva israelí, según los Acuerdos de Oslo de 1993) de Cisjordania, excluida la ciudad de Jericó, que forma parte de la zona A (bajo control autónomo de la Autoridad Palestina). En su conjunto, son unos 2.400 kilómetros cuadrados de territorio semidesértico con algunas zonas fértiles, habitadas por 65.000 palestinos y unos 11.000 judíos en varios asentamientos.
Esta promesa que el primer ministro presentó como una «oportunidad única», fue ampliamente considerada por la oposición en Israel como un truco de campaña para atraer a los votantes de derecha, muchos de los cuales viven en Cisjordania.
Esta no sería la primera promesa de Bibi de imponer la soberanía israelí sobre Cisjordania. Por ahora no ha cumplido ninguna porque seguramente sabe que cualquier decisión en ese sentido tendría consecuencias graves en la región. Las reacciones de los países árabes a esta última propuesta, lo demuestra.
Bibi nunca quiso ubicar al tema palestino en el centro de la atención mundial. Eso sería contraproducente e iría en contra de su principal preocupación: la amenaza iraní. Sin embargo el clima electoral siempre lo lleva a extremar sus discursos. Lo hizo alguna vez cuando cargó muy fuerte contra los árabes israelíes.
Pero como ya ha quedado demostrado, el poder es una obsesión para Bibi y esta vez, para intentar preservarlo en las elecciones de la semana que viene, no le importó poner en juego el gran trabajo diplomático que viene realizando con buena parte del mundo árabe, logrando un acercamiento inédito en la historia de Israel.