Desde hace semanas se instaló en el mundo que China, país de origen del COVID-19, miente con sus números sobre infectados y fallecidos. Negado siempre por el gobierno de Xi Jinping, como así también por los gobiernos locales, ayer una revelación dio crédito a las sospechas internacionales.
Las autoridades de la ciudad de Wuhan, foco original de la pandemia, admitieron que no habían contabilizado a 1290 fallecidos, porque habían muerto en sus casas y, por ende, no habían ingresado en el registro oficial del sistema sanitario. La cifra total oficial de fallecidos en el país, entonces, pasa a 4632, un 39% superior a la informada como final hace unos días atrás.
Las sospechas sobre el manejo de la información en China siempre están presentes, pero la crisis sanitaria desatada por el COVID-19 las llevaron a su máxima expresión. Esta revelación por parte del gobierno chino, cuestionado por el manejo de la crisis y por su vinculación con la Organización Mundial de la Salud (OMS), lejos de conformar a la comunidad internacional puede desatar nuevas investigaciones, fundadas en la credibilidad que resultaron tener las sospechas sobre el número de fallecidos en el gigante asiático.