El 75º aniversario del «Día D» logró lo impensado: que los principales líderes de las potencias occidentales se junten con un mismo objetivo. En este caso fue para rendirle homenaje a los aproximadamente 150.000 hombres que protagonizaron el asalto de la costa francesa de Normandía durante la Segunda Guerra Mundial que permitió, sin exagerar, que hoy millones de personas puedan vivir en sociedades libres.
Aquel 6 de junio de 1944, soldados del Reino Unido, Estados Unidos, Canadá y Francia atacaron a los nazis en la costa del norte de Francia en lo que aún se considera la mayor operación de la historia militar y que marcó el comienzo de la campaña para liberar a la Europa ocupada por el Ejército nazi. Participaron unos 7.000 barcos que llevaron a aquellos hombres y a 10.000 vehículos a las cinco playas de las costas de Normandía.
Fue un enfrentamiento feroz ya que la resistencia alemana fue brutal. Los aliados liberaron París a finales de agosto de 1944. Para entonces, el 10 por ciento de los dos millones de combatientes de las tropas aliadas llegados a Francia habían muerto, estaban heridos o desaparecidos.
-Donald Trump, Angela Merkel, Justin Trudeau, Emmanuel Macron y Theresa May fueron parte de los 14 líderes que participaron del acto. También participó la reina Isabel II quien tenía 18 años cuando se puso en marcha la Operación Overlord, (asi se llamó a esa gesta para liberar a Europa de la invasión nazi). Por un rato dejaron de lado sus profundos problemas internos y las graves disputas que mantienen entre ellos. Según la prensa, entre todos mostraron “un espejismo de unidad entre naciones con intereses revueltos”.
Recordaron aquel espíritu de colaboración que fue la base para crear las instituciones internacionales al final de la Segunda Guerra Mundial. Hoy toda esa construcción de cooperación está fuertemente cuestionada internamente por movimientos y partidos nacionalistas y xenófobos que hacen recordar la Europa de entre guerra. También la amenaza es externa: países como la Rusia de Putin y China buscan debilitar a la Unión Europea. Y lo más paradójico es que los Estados Unidos de Trump también está ayudando a estos países. Solo observar la agenda anti europea que Trump desplegó en su reciente gira por Gran Bretaña para confirmarlo. Allí apoyó a los más férreos defensores del Brexit como Nigel Farage e intentó acelerar el divorcio prometiéndoles a los británicos un formidable acuerdo comercial con Estados Unidos cuando abandonen la Unión Europea.
Hace unos meses, Macron describió con mucha claridad la situación por la que atraviesa su continente: “Europa afronta un riesgo: el de desmembrarse por la lepra nacionalista y quedar rebasada por potencias extranjeras. Y por tanto, perder su soberanía. Es decir, ver cómo su seguridad depende de las decisiones americanas y de sus cambios, ver cómo China está cada vez más presente en infraestructuras esenciales y una Rusia que a veces siente la tentación de la manipulación, y grandes intereses financieros y mercados que desbordan a veces los lugares que pueden ocupar los Estados”.
Seguramente esa imagen de todos los líderes unidos recordando una gesta histórica que permitió liberar a Europa y al mundo del nazismo se empezará a borronear pronto. Volverán la tensiones entre los que apoyan el multilateralismo y la democracia y quienes alimentan los nacionalismos xenófobos. Se trata de una disputa clave para el futuro de Occidente porque podría determinar cuánto realmente el mundo aprendió de la trágica experiencia de la segunda guerra mundial.