En la noche de ayer, al menos nueve personas resultaron víctimas fatales de dos tiroteos sucesivos en bares de la ciudad de Hanau, a las afueras de Frankfurt. Dado que ambos lugares se dedicaban a la venta de productos árabes, la Fiscalía General de Alemania atribuye una motivación xenofóbica a la matanza y, por lo tanto, se ha hecho cargo de la investigación del caso.
Según lo informado por medios alemanes, el supuesto perpetrador del ataque sería un habitante de la localidad de Hanau, de 43 años y nacionalidad alemana. Éste ha sido hallado sin vida junto a su madre en un domicilio, llevando el total de víctimas mortales a 11. Asimismo, se encontraron una carta y un video donde el autor de los disparos, identificado como Tobias R., se refiere a “pueblos que deben ser eliminados”.
La matanza se vuelve más que relevante si se considera que ha tenido lugar ocho meses después de que Walter Lübcke, intendente de Cassel y pro-migrantes, fuera asesinado por ultraderechistas, y cuatro meses después del ataque a una sinagoga en Halle por parte de un supremacista blanco.
El terrorismo de extrema derecha no había caracterizado a Alemania en tiempos recientes, pero estos sucesos llevan a pensar que las tendencias de extrema derecha no sólo se verán reflejadas en el caudal de votos de partidos como Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán), sino en sucesos trágicos como lo sucedido anoche.
Tras 15 años ejerciendo la cancillería, Angela Merkel se encuentra ahora ante un nuevo desafío. Habiendo recibido cientos de miles de inmigrantes en los últimos años, también debe dar respuesta a las demandas del pueblo alemán al que representa. Encontrar el balance entre posturas resultará clave para evitar una profundización del desgaste de su gobierno.