La diplomacia parece haber quedado de lado. En la reunión de cancilleres del Mercosur realizada en Buenos Aires, en la que Argentina asumió la presidencia temporal del bloque por los próximos seis meses (que le correspondía a Venezuela por orden alfabético), se vivió un escándalo de resonancia internacional.
Venezuela había sido suspendida semanas atrás, por considerar los miembros fundadores del bloque que Maduro no había adecuado cerca de 200 normas locales a los requisitos impuestos por el Mercosur. Las principales complicaciones sin duda eran y siguen siendo las denuncias de violación a los derechos humanos y las limitaciones a las libertades individuales y políticas de las que es acusado el régimen de Maduro. Esta suspensión generó que Venezuela no fuera invitada a la reunión que se realizó en Buenos Aires. Sin embargo, la canciller venezolana Delcy Rodríguez, de todas maneras se hizo presente, con la denuncia de que entraría “por la puerta o por la ventana”, pero que participaría del encuentro.
Rodríguez finalmente apenas pudo reunirse con los cancilleres de Argentina, Susana Malcorra, y de Bolivia y Uruguay, David Choquehuanca y Nin Novoa, respectivamente. Allí Malcorra le comunicó a Rodríguez las razones por las que Venezuela no podía participar de la reunión general, y le aseguró que inmediatamente se activaría el mecanismo correspondiente para dirimir la diferencia dentro del bloque.
Los ribetes escandalosos llegaron a la salida de Rodríguez del Palacio San Martín, la sede ceremonial de la cancillería argentina. La funcionaria venezolana denunció que fue agredida por la policía e incluso Maduro aseguró que le fracturaron una clavícula.
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