Quienes creen y apoyan a la Unión Europea tienen un motivo para festejar y algunos para seguir preocupados. Por un lado, los pronósticos más sombríos sobre los resultados de las elecciones no se ha producido: a las fuerzas ultraderechistas y eurófobas no les alcanzarán los votos para, todos sumados, consolidar un bloque en el Parlamento europeo. Estas formaciones sumaron alrededor de 168 escaños, algo así como el 25% de un parlamento de 751. Están lejos del tercio de diputados que necesitan para, desde adentro, poder bloquear cualquier incentiva que intente reforzar la integración europea o darles mas competencias a Bruselas.
Los partidos tradicionales (conservadores y socialdemócratas) que vienen dominando el escenario europeo fueron los más votados pero perdieron la mayoría absoluta que sumaban desde hace 40 años. Ahora necesitarán apoyo para frenar a unos partidos euroescépticos que, si bien no lograron su objetivo principal, sí consiguieron inquietantes victorias en países tan importantes como Francia, Italia, Reino Unido o Polonia.
Por eso irán en busca de los partidos llamados liberales y los “verdes” que hicieron una gran elección y ya se ofrecen como complemento para conformar una mayoría estable. Los primeros obtuvieron 109 diputados (frente a los 67 parlamentarios de 2014) y los Verdes 69 escaños (obtuvieron 50 en 2014).
-Quien más golpeado sale de esta elección es el presidente francés Emanuel Macron quien perdió ante Marine Le Pen. Si bien la diferencia a favor de esta última fue mínima, se trata de un golpe muy duro para él ya que quedará muy debilitado internamente y frente a sus socios europeos.
Su derrota es especialmente preocupante porque el presidente francés se había convertido en el principal referente del europeísmo. Como hace 5 años, el partido de Le Pen se convirtió en el más votado del país: la ultraderechista mantiene intacto su empuje. Para Macron también es un golpe político interno durísimo que se suma a la constante presión de los chalecos amarillos.
Por eso, más allá de analizar las consecuencias que estos resultados trae para la UE, también habrá que ver cómo afecta la política interna de países tan importantes como Francia (la derrota de Macron), Alemania (el derrumbe de los socios socialdemócratas de Merkel) y Gran Bretaña (el triunfo de los probrexit).
Al que le fue muy bien fue al vicepresidente del Gobierno italiano, Matteo Salvini, quien se ha transformado en el líder de la alternativa euroescéptica. En cambio, en Alemania, España, Holanda y Austria se frenó, o al menos se mitigó, el ascenso de las fuerzas euroescépticas. Los analistas atribuyen esto a que voto más gente y al efecto Brexit. La opinión pública europea es testigo del daño que ese proceso le está generando a los británicos y muchos habrían tomado conciencia del riesgo real de desintegración de la UE.
En definitiva, las mayores elecciones transnacionales del planeta en las que más de 425 millones personas podían votar, dejó algunas conclusiones importantes. En primer lugar, los partidos euroescépticos no tendrán el suficiente poder en el Parlamento para paralizar a la Unión Europea. También que los partidos tradicionales pierden apoyo confirmando el rechazo cada vez mayor, en distintas partes del mundo, al establishment (Trump en EEUU y Bolsonaro en Brasil son solo dos ejemplos de esto).
Pero sin duda, los votos siguen expresando el evidente descontento en grandes sectores de población con la construcción europea. Se mantienen activos tanto los partidos que piden la ruptura directa con la UE (como el partido del Brexit en Reino Unido) y aquellos que por ahora no se animan a tanto pero van detrás de ello: Salvini en Italia, el PiS de Jaroslaw Kaczynski en Polonia o el Fidesz de Viktor Orbán en Hungría, entre otros, buscan recortar drásticamente las competencias de las instituciones comunitarias desde adentro. Seguirán intentándolo.