Por Zoom Internacional / @ZoomInter
Estados Unidos atraviesa un momento de mucha complejidad, el mayor desde la gran crisis de las subprime en 2008. La pandemia, la guerra en Ucrania, la preocupante inflación que no se detiene, las subas de la tasa de interés y los consecuentes efectos sobre la actividad económica, y los cuestionamientos sobre la figura del presidente Biden, contribuyen a pintar un cuadro preocupante para la gran potencia mundial (que, dicho sea de paso, ve cómo día a día China se acerca a discutir ese lugar de máxima potencia). 2022 es un año clave, porque las elecciones de medio término permitirán poner en votos el humor social. Todo indica que el cachetazo para el presidente Biden será inevitable.
Como si fuera poco para la coyuntura local, el reciente fallo del Tribunal Superior de Justicia sobre el aborto a nivel federal sumó un elemento más a la agenda política y, como los mencionados anteriormente, jugará un rol crucial en la elección legislativa de noviembre próximo. Si bien el fallo no penaliza nuevamente el aborto, sí elimina el principal argumento por el que el aborto estaba avalado a nivel federal. El tema del aborto divide a la sociedad, como en todo el mundo, y exacerba a los defensores de una y otra postura. En un año de elecciones, la Corte golpeó la mesa. Y lo hizo muy fuerte.
La Corte hizo algo histórico. Derogó un fallo de si misma, luego de casi 50 años. El fallo del caso Roe vs Waden, de 1973, había sido contundente. La demandante tenía el derecho a abortar, porque le Enmienda 14 de la Constitución Nacional así lo preveía, al incluir el derecho de una mujer al aborto en el derecho a la privacidad. El plazo establecido eran las 22 semanas de gestación. Sin embargo, 49 años después, los hoy representantes de la misma institución, aseguraron que “la Constitución no hace referencia al aborto, y dicho derecho no está protegido implícitamente por ninguna disposición constitucional”. El contundente fallo de la Corte, por 6 a 3 de sus representantes, vuelve a penalizar el aborto y devuelve la potestad a cada estado para regular la cuestión. “El aborto presenta una profunda cuestión moral. La Constitución no prohíbe a los ciudadanos de cada Estado regular o prohibir el aborto. Ahora anulamos esas decisiones y devolvemos esa autoridad al pueblo y a sus representantes electos”, asegura la Corte en su fallo. Hoy en día 20 estados permiten el aborto, mientras que 26 lo restringen en mayor o menor medida. Clara manifestación de la grieta interna.
Este fallo, que hoy suma una división más a la sociedad (y otra piedra en el zapato al presidente Biden), es legado de la disruptiva presidencia de Donald Trump. La incorporación del magnate a la política definitivamente ha sido un punto de quiebre en la política estadounidense. El fenómeno Trump se le fue de las manos a la clase política tradicional, y con él y por él han sucedido cosas sin precedentes. Quizá la más recordada y relevante sea la escandalosa incursión de manifestantes en el Capitolio el día en que los legisladores debían ratificar el triunfo de Biden en las presidenciales. Aquel día de enero Estados Unidos ofreció al mundo imágenes dignas de otras latitudes. Pero este fallo de la Corte también deberá ser considerado por la historia como parte del legado Trump. Tres de los seis votos a favor del fallo fueron de jueces nominados por Donald Trump: Neil Gorsuch, Brett Kavanaugh y Amy Coney Barrett. Aunque no de manera directa sobre él, estos jueces sí correspondieron las especulaciones de quienes esperaban fallos en favor del ex presidente. Con esta decisión, Trump gana una batalla a Biden, demuestra su vigencia y acumula expectativas de cara a 2024.
El histórico fallo permite hacer dos reflexiones más. Por un lado, esta decisión confirma la preocupante grieta entre demócratas y republicanos, que quedó tan clara en la elección presidencial de 2020. Los otros tres votos en favor de la penalización del aborto fueron de jueces nominados por George Bush padre e hijo. Los tres en disidencia, por Bill Clinton y Barack Obama. Un claro reflejo de que política y justicia van de la mano.
Por el otro, afecta el posicionamiento de Estados Unidos como paladin de la libertad. El fallo restringe el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo. Por supuesto cada estado podrá regular sobre la cuestión, pero el mensaje a nivel federal es claro: la Constitución, la máxima institución del país, nunca habilitó el aborto. El fallo de 1973 fue una errónea interpretación de la carta magna. Así, Estados Unidos toma distancia de la Europa Occidental, que en su amplia mayoría ha despenalizado el aborto. ¿Será esto precedente para otros países del mundo de corte más conservador? El tiempo lo dirá.
La Corte hizo lo que hacen las cortes del mundo: entender sobre la constitucionalidad de las decisiones. Eso es incuestionable. Pero a partir de hoy un Estado siempre puede obligar a una mujer a dar a luz, prohibiendo incluso los abortos en los primeros meses de gestación. Patear el tablero de semejante forma y devolver la cuestión a los estados es un hecho de suma relevancia en este momento de gran debilidad política del gobierno nacional (aunque no menos cierto es que la cuestión aporta una oportunidad para el oficialismo de correr un poco de la agenda la inflación anual que poco a poco se acerca al 10%. La elección de noviembre será determinante. Porque solo el Congreso puede legislar sobre la cuestión. Para quienes quieren devolver a Estados Unidos al siglo XXI, solo una mayoría demócrata luego de noviembre podría volver a poner el tema sobre la mesa y ofrecer alguna esperanza. Parece poco probable.