Las elecciones federales en Alemania, realizadas ayer, arrojaron resultados esperables y sorpresas por igual. Por un lado, la Canciller Angela Merkel acumuló los suficientes votos para acceder a un cuarto mandato, al alcanzar un 33 por ciento de los votos con la Unión Democrática Cristiana (CDU, por sus siglas en alemán) y su partido hermano bávaro, la Unión Social Cristiana (CSU).
Pero, por el otro, la alianza demócrata-cristiana gobernante obtuvo un caudal de votos más bajo de lo que se predijo y los populistas alemanes de extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán) alcanzaron casi un 13 por ciento, logrando un voto mayor que el pronosticado por la mayoría de los encuestadores.
“Luchamos por una Alemania que viva feliz y bien”, dijo Merkel en la sede de la CDU luego de la elección, que le permitirá acceder a un histórico cuarto mandato consecutivo. Pero reconoció “un nuevo reto en la forma de la AfD”, agregando que le “gustaría ganar de nuevo a los votantes AfD, por lo que examinaremos sus preocupaciones”.
Merkel es culpada indirectamente por varios analistas en Alemania por el ascenso de la AfD, que se fortaleció por enfrentar su política de “puertas abiertas” de 2015 para los refugiados de las guerras en Oriente Medio. Ahora, AfD, un partido de extracción abiertamente xenófoba, por primera vez desde la caída del nazismo se sentará en el Parlamento (Bundestag).
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