Tras la renuncia del ministro de Justicia, Sergio Moro, éste acusó al presidente en ejercicio de presionar para cambiar al jefe de la Policía Federal e intentar interferir en los procesos que involucran a sus hijos. Es a partir de esas denuncias que un juez del Tribunal Supremo del país habilitó a las autoridades judiciales a buscar pruebas contra el acusado, para lo que disponen de dos meses.
Mientras el fiscal general del Estado, Augusto Aras, solicitaba la habilitación para iniciar la investigación policial, Jair Bolsonaro logró nombrar a un amigo de sus hijos a la cabeza de la Policía Federal. Los delitos de los que podría acusarse a Bolsonaro incluyen la coacción, la obstrucción de la justicia y la corrupción pasiva. Solamente una vez finalizada la investigación, la fiscalía puede decidir si presenta cargos en su contra o si lo hace contra Sergio Moro bajo la carátula de calumnias.
Bolsonaro afronta la crisis más grave desde que asumió la presidencia. Por un lado, debe sortear la pandemia que golpea a su país con cifras de fallecidos por encima de los 4.500, y la cual no considera relevante afrontar -ha dejado la gestión en manos de los gobernadores e intendentes a la vez que hace campaña en favor del cese de la cuarentena-. Por otro lado, la renuncia de Moro llegó luego de que el exministro de Salud hiciera lo propio, y otros seis ministros más ya han presentado anteriormente su renuncia en lo que va de su presidencia. Siendo éstos dos de sus ministros con mayor apoyo por parte de la opinión pública, el presidente pareciera estar quedándose sin apoyos que logren amalgamar a la sociedad.
En el contexto de crisis sanitaria, la falta de liderazgo claro puede resultar perjudicial para la sociedad brasileña. Instados a permanecer en sus hogares por algunos e invitados a volver a la normalidad por otros, los brasileños terminarán por pagar el costo del juego político. El monto a pagar lo encontrarán en las fosas comunes de la Amazonia. Será cuestión de esperar y observar si Bolsonaro logra sobreponerse a la situación o si, como tantos otros presidentes latinoamericanos, deberá sentarse en el banquillo de los acusados para defender su cargo.