Mas allá de los matices que las diferencian, las crisis que atraviesan Chile, Bolivia y Ecuador revelan las dificultades que tienen los gobiernos, tanto de derecha como de izquierda, de canalizar las nuevas demandas sociales de amplios sectores sociales (sobre todo clases medias) que ven deteriorada su situación económica.
Recordemos que durante la primera década de este siglo, los países de la región crecieron gracias al alto precio internacional de los commodities (petróleo, soja, cobre, etc). Esto permitió a quienes gobernaron en aquel momento llevar adelante políticas expansivas que hoy son imposibles de repetir.
En Bolivia la crisis se desató cuando la oposición denunció que el gobierno de Evo Morales está cometiendo fraude en el recuento de los votos de las elecciones que se realizaron el domingo. Evo asegura que ganó en primera vuelta y que por lo tanto no debe someterse a un balotaje donde tendría altas chances de perder.
La oposición se moviliza en las calles y Evo ya habló de “Golpe de Estado”. Recordemos que Evo Morales se presentó en busca de su cuarta reelección a pesar que en un referéndum la mayoría de la población le había dicho que no estaba a favor. Pero Morales desoyó la voz del pueblo, recurrió a la Justicia y ésta lo autorizó para presentarse. Este incumplimiento lo deslegitimó y explica en gran parte la crisis actual. El caso Bolivia es muy preocupante ya que hay un escenario altamente tenso de deslegitimación entre los adversario político.
Mientras tanto, en Chile un nuevo aumento del boleto de subte generaron una ola de protestas que no se detiene. Desde un primer momento hubo un mal manejo de la situación por parte del presidente Piñera. quien primero reconoció que la faltó visión para darse cuenta de las demandas sociales que estaban latentes en la sociedad y luego dijo que Chile “estaba en guerra”. Después pidió perdón y anunció una amplia “agenda social” para enfrentar la crisis.
De forma muy parecida había actuado hace unos días el presidente de Ecuador, Lenin Moreno, quien primero desafío a quienes protestaban por un aumento de los combustibles, luego habló de golpe de estado y señaló que el ex presidente Correa, desde Bruselas, era el principal instigador. Al final dio marcha atrás con el aumento que había generado las protestas de la principal Confederación de Indígenas (CONAIE). Con eso desactivó la crisis y quedó claro que no fue un intento de golpe de Estado.
En Ecuador y sobre todo en Chile sorprendió la envergadura de la movilización militar y su proceder. Se registran varias denuncias de violencia injustificada. Esto no es solo una preocupación latinoamericana: el movimiento de los indignados se hizo fuerte en distintas partes del mundo a principio de esta década. Y todavía es fuerte en países como Francia con los Chalecos amarillos que desafían a Macron. La aparición de líderes antisistema como Trump y Bolsonaro es consecuencia de la falta de respuestas de los partidos tradicionales a los nuevos desafíos económicos del siglo XXI.