En los últimos días, los dos rivales de Medio Oriente han intercambiado ataques cibernéticos. La situación recuerda a aquél gusano informático que hace una década irrumpió en los sistemas de las centrifugadoras de enriquecimiento de uranio iraníes. Así como Stuxnet fue claramente atribuido a los servicios de inteligencia de Israel, el pasado 9 de mayo la red del puerto de Shahid Rajai en Irán sufrió perturbaciones que también han sido atribuidas a la inteligencia del Estado judío. Se presume que se trata de una represalia por el ciberataque contra la red informática de la empresa de suministro de agua israelí sufrido el 25 de abril.
Los ciberataques recíprocos se han producido en un contexto signado por el involucramiento de ambas partes en el conflicto sirio. Por un lado, Israel ha dado apoyo aéreo a los rebeldes dirigiendo sus ataques hacia objetivos pro iraníes. Por otro, la República islámica de Irán brinda su apoyo sostenido al régimen de Bashar Al Asad.
En el juego regional también debe considerarse la participación de Estados Unidos. Hace pocos días, el secretario de Estado, Mike Pompeo, visitó Israel en el marco de la asunción del nuevo gobierno de alianza entre Netanyahu y Gantz. En este sentido, los intereses estadounidenses se apoyan en Israel para funcionar como equilibrador del poder iraní en Medio Oriente.
Los ataques resultaron en perturbaciones al funcionamiento normal de instalaciones de bombeo y depuración de agua de la empresa Mekorot en Israel, y de uno de los puertos del estratégico estrecho de Ormuz, en Irán. Aunque parecen acciones menores, se suman a un historial de confrontación que podría catalogarse como ciberguerra de baja intensidad.