Por Damián Szvalb / @DamianSz
Michel Temer siempre fue un presidente ilegítimo, sostenido por el círculo rojo (empresariado y medios de comunicación) que lo vio como el político ideal para impulsar las reformas que los empresarios necesitaban luego de la larga década de Lula y Dilma.
Poco después de asumir luego del impeachment a Dilma que él impulsó con muchas ganas, se dio cuenta que su mayor éxito podía ser llegar a las elecciones de 2018. Nunca tuvo popularidad y pronto renunció a cualquier sueño de continuidad. Su legado, entonces, fue dejar las bases de una economía sólida.
Así fue como a pesar de no superar los 10 puntos de aprobación en la sociedad, iba avanzando firmemente con las modificaciones de leyes clave, como las laborales y de jubilaciones. Tenía fuerte respaldo en el parlamento. Eso le permitía hacer equilibrio en medio de las denuncias de corrupción, y avanzar.
Temer aprovechó que el Lava Jato salpicaba para todos lados para minimizar las denuncias y sospechas que caían sobre él. Hace pocos meses, las variables económicas empezaron a dar algún signo de recuperación, imperceptible en la calle pero esperanzador para los empresarios y los inversores. Temer sonreía.
Todo esto, frágil de por sí, se terminó de derribar cuando se dio a conocer que había una grabación en la cual Temer avalaba el pago de sobornos. No debe haber nada más contundente para destrozar la carrera de un político que escuchar cómo reconoce él mismo que está cometiendo un delito. Por eso ya no tiene vuelta atrás. Por eso el círculo rojo, acaso su único pero determinante sostén, le sacó el apoyo. Ya no les sirve porque no tiene autoridad alguna para llevar adelante las reformas que ellos necesitan.
Lo dejaron solo a Temer y le están marcando el camino de salida, pero quieren asegurarse que su inminente caída no signifique la vuelta de Lula, el peor enemigo del establishment económico pero también político. Todos saben que si hoy fueran las elecciones el ex presidente ganaría en primera y segunda vuelta. Y podría derrumbar los esfuerzos para llevar a cabo reformas claramente antipopulares. Por eso confían en que los testimonios de los arrepentidos lo arresten a él también, más allá de si las prueban son tan concluyentes como las que las que se han conocido hasta ahora que dejaron sin salida a Temer y a Aecio Neves, líder del PSDB.
Por todo esto, se avecinan tiempos de incertidumbre en Brasil. En ese contexto de elección indirecta importará más que nada qué dirigente queda en pie luego del tsunami. Será quien conduzca al país hasta las elecciones de 2018. A esta hora esa parece ser la única salida para ponerle un límite al derrumbe.