Tras la detonación llevada a cabo por Corea del Norte el último domingo de una bomba de hidrógeno, la más potente en la historia de su desarrollo nuclear y que estaría en condiciones de servir para equipar misiles de alcance intercontinental, el mundo no sale del estado de conmoción. La prueba culmina un verano boreal caracterizado por la aceleración del programa nuclear norcoreano y una escalada en el enfrentamiento verbal con el presidente estadounidense, Donald Trump.
El régimen liderado por Kim Jong-un describió el artefacto detonado como “un arma termonuclear de un extraordinario poder explosivo” y una prueba fundamental para “completar la fuerza nuclear del Estado”.
La explosión subterránea en el montañoso noreste del país habría alcanzado una potencia de entre 80 y 100 kilotones, aproximadamente 80 kilotones más que la lanzada por Estados Unidos en Hiroshima. A su vez, el ensayo provocó un terremoto de magnitud 6,3 que se sintió en la provincia china de Jilin, fronteriza con Corea del Norte, y también en la ciudad rusa de Vladivostok.
Las pruebas, junto con el aceleramiento de los lanzamientos de misiles balísticos -los cohetes que deberían ser capaces de transportar estas bombas miniaturizadas hacia su objetivo- representan una escalada bélica sin precedentes. Recientemente el régimen disparó misil que cruzó territorio japonés y cayó en el Pacífico tras recorrer 2.700 kilómetros.
Corea del Sur, por su parte, reforzó el despliegue del sistema de defensa antimisiles fabricado en Estados Unidos y lanzó un gran ensayo militar, simulando un ataque a las bases nucleares norcoreanas.
Las potencias mundiales nuevamente comienzan a discutir sobre la salida al conflicto. Mientras el grupo liderado por Estados Unidos aboga por endurecer las sanciones económicas impuestas a través del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Rusia y China prefieren encarar un camino de diálogo que deje da lado las sanciones. Cualquiera sea la decisión que se tome, lo cierto es que el mundo está conmocionado por los constantes ensayos de Pyonyang, y probablemente algo desconcertado sobre cómo controlar a Kim Jong-un.