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    Trump, el nuevo baluarte del antiamericanismo

    12 febrero, 2017
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    Por Martín De Nicola.

    Cada medida dispuesta por Estados Unidos genera adeptos y detractores. Más aún si se trata de una resolución controvertida. Y más aún si el presidente es una figura polémica, como Donald Trump. Ciudadanos y gobiernos de todo el mundo se manifiestan a favor o en contra de lo resuelto por la potencia más grande el mundo, es imposible ser indiferentes. Surgen así los partidarios y los detractores, y se hace inevitable hablar del antiamericanismo. ¿Pero qué es el antiamericanismo? ¿A qué nos referimos cuando decimos que un país es antiamericano?

    A grandes rasgos, podemos definir antiamericanismo como el odio o el rechazo hacia Estados Unidos. Hilando más fino, podemos decir que antiamericanismo es una oposición sistemática hacia Estados Unidos como civilización que presenta un rechazo constante hacia todo lo concerniente a ese país, que es estimulado por diversos factores pero que existe independientemente de éstos, y que presenta características irracionales, irreflexivas y contradictorias. La primera definición es muy amplia, la segunda demasiado específica. A los fines prácticos y para comprender la problemática, es mejor hablar de distintos tipos de antiamericanismo, que considerados en conjunto hacen a un país, a un gobierno o a una persona más o menos antiamericana: histórico, motivado por antiguos conflictos entre Estados Unidos y el país en cuestión; cultural o social, generado por el rechazo a cuestiones propias de la cultura estadounidense; gubernamental, el que rechaza el accionar de Estados Unidos a nivel político, incluyendo sus medidas militares, económicas y sociales; y psicológico, el que encuentra en Estados Unidos la razón de todos los males propios.

    La llegada de Donald Trump al poder, sus polémicas promesas de campaña y sus primeras medidas efectivas han sido un disparador invalorable para analizar la cuestión del antiamericanismo. La construcción del muro con México, el veto a inmigrantes provenientes de siete países musulmanes, el viraje hacia el proteccionismo económico, sus críticas a Europa y en ellas al trabajo mancomunado de la comunidad internacional, los bombardeos en Yemen que terminaron con la vida de casi dos decenas de civiles, el cierre de las cuentas en español de la Casa Blanca en redes sociales, el desmantelamiento del Obamacare, por tomar algunas de sus medidas más rutilantes, generaron reacciones en todo el mundo, principalmente caracterizadas por el estupor y el consecuente rechazo.

    El carácter de máxima potencia mundial que tiene Estados Unidos hace que cada una de sus resoluciones afecte en mayor o menor medida al resto del mundo. El presidente de Estados Unidos es una especie de presidente del mundo. Este pack inicial de medidas tomadas por Donald Trump no hizo más que generar un rechazo generalizado, tanto a nivel externo como a nivel doméstico. En Estados Unidos, amplias mayorías se manifestaron en contra de su política de inmigración y del veto a musulmanes, del muro con México, y de la eliminación del Obamacare. Las marchas en su contra se sucedieron en 670 ciudades de Estados Unidos con gran convocatoria. Como si fuera poco, en lo formal, la justicia local también rechazó sus medidas en inmigración y decenas de empresas se opusieron formalmente a las mismas. A nivel internacional, las resoluciones inmigratorias motivaron el repudio de distintas comunidades, desde los latinos por la cuestión de México a los musulmanes por la prohibición de entrada a Estados Unidos, pasando por la amplia porción de europeos que aún confía en las virtudes de la Unión Europea que Trump denosta. Las marchas que tuvieron origen en Estados Unidos se replicaron en al menos 70 ciudades en todo el mundo. Y los bombardeos en Yemen recibieron la condena de buena parte de la comunidad internacional.

    Trump logró en apenas tres semanas de gobierno exacerbar lo que, a grandes rasgos, podemos entender como antiamericanismo, pero con algunas particularidades. Las protestas internas en contra de sus medidas nos habilitan a hablar de una novedad: el antiamericanismo interno. Trump generó el rechazo visceral de centenares de miles de sus ciudadanos, aquellos a los que debe responder, más allá de que lo hayan votado o no. Por otra parte, generó que países con niveles medios de antiamericanismo, como pueden ser los de América Latina (exceptuando Argentina, que tiene los niveles más altos de antiamericanismo históricamente), aumentaran su rechazo al país del norte. Las manifestaciones en su contra en Holanda, Perú, España, Australia, Inglaterra, Alemania, Francia, y México, además de Argentina, entre muchos otros países, marcan que Trump despertó un rechazo donde antes no lo había o lo profundizó donde antes no era tan marcado. Y desde ya aseguró que los países que siempre odiaron a Estados Unidos, principalmente los de Medio Oriente, lo sigan haciendo, ahora con más justificativos según ellos.

    Cabe destacar que el rechazo, en general, es hacia él. En la breve tipología introducida anteriormente, se encuadraría en un antiamericanismo gubernamental. Es él y lo que su gobierno hace lo que genera oposición. Sin embargo, él dice encarnar el verdadero sentimiento estadounidense, por lo que muchos están percibiendo sus posturas como las del ciudadano estadounidense que lo votó. Si el mundo en general termina asumiendo que estas posiciones reflejan al ser estadounidense promedio, el rechazo también se generalizará. Al momento, la solidaridad del pueblo estadounidense con los ciudadanos extranjeros afectados por las medidas de su presidente hace que el cuestionamiento se mantenga sobre Trump, pero bien sabemos que en origen buena parte de los estadounidenses está de acuerdo con él, porque de otra manera hubiese sido imposible que se convirtiera en presidente.

    En síntesis, el huracán Trump mantuvo el rechazo a Estados Unidos donde ya existía, lo aumentó donde alcanzaba niveles promedio y lo generó en su propio país, donde no lo había. Para tres semanas de gobierno, todo un récord que lo convierte en el nuevo baluarte del antiamericanismo.

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