Hassan Diab anunció ayer por la tarde la dimisión en bloque de su Gobierno. La decisión fue tomada ante la creciente indignación popular contra la clase política libanesa. Luego de que explotara un almacén con 2.750 toneladas de nitrato de amonio en el puerto de la capital libanesa, se han registrado movilizaciones masivas mientras cientos de voluntarios colaboran en la remoción de escombros y búsqueda de sobrevivientes.
Las protestas constituyen un punto de inflexión para el movimiento que, desde octubre pasado, exige la salida del Gobierno de Diab a la vez que demanda la celebración de elecciones anticipadas y un Poder Judicial independiente. Miles de libaneses tomaron las calles en la noche del sábado. Ésta fue la jornada más violenta dado que terminó con la muerte de un oficial de policía y más de 700 heridos. Ayer, las calles volvieron a inundarse de ciudadanos descontentos que acudieron a lugares públicos para oír el discurso de dimisión del Gobierno. Tras el anuncio han habido nuevos enfrentamientos entre policías y manifestantes.
El primer ministro instó a que se celebren elecciones anticipadas. En este sentido, su dimisión allana el camino para que los libaneses vuelvan a las urnas. El Gobierno de Diab estuvo a cargo del Ejecutivo sólo durante seis meses. En octubre pasado, el movimiento de contestación ciudadana ya había forzado la salida del entonces primer ministro, Saad Hariri.
De acuerdo con lo expresado por los manifestantes, ni Hariri ni Diab han llevado a cabo ninguna de las reformas necesarias para revertir o impedir el colapso del país. En este sentido, las medidas de confinamiento para luchar contra el covid-19 agravaron la ya profunda crisis económica. Asimismo, desde el Estado no se plantearon medidas de ayuda para contrarrestar el impacto de la pandemia. Ello condujo al cierre de mil comercios, a la pérdida de empleo para alrededor de 200.000 personas y el hundimiento de casi el 50% de la población libanesa bajo el umbral de pobreza.
Para la ciudadanía libanesa, la explosión ocurrida la semana pasada en el puerto de Beirut evidencia la negligencia y desidia del sistema político en su totalidad. Ahora, la posibilidad de reemplazar al Gobierno es una nueva oportunidad para reconfigurar el statu quo a nivel político. Tanto el oficialismo de Diab -apoyado por la asociación chií entre Amal y Hezbolá y el Movimiento Patriótico Libre- como la oposición parecen tener pocas probabilidades de hacerse con el nuevo Gobierno. Así, mientras los habitantes de la capital intentan reconstruir sus vidas, el horizonte político libanés es uno de incertidumbre.