Luego de la derrota de Yahya Jammeh en diciembre, Gambia parecía recuperar cierta normalidad institucional. Adama Barrow, triunfador por entonces, debía asumir el gobierno cuando comenzara 2017.
El cambio de mando está previsto para hoy, pero Jammeh, líder supremo de Gambia desde hace 22 años, si bien había aceptado la derrota, ahora se niega a dejar el poder. En una medida de último momento para mantenerse en el poder, Jammeh decretó el estado de emergencia, justificado en «un nivel de injerencia extranjera excepcional y sin precedentes» que amenaza la vida política y la soberanía gambianas. Sin embargo, el apoyo político de Jammeh cada vez es menor: si bien el Parlamento autorizó su continuidad por tres meses más, ya renunciaron varios ministros, el Tribunal Supremo no está dando lugar a sus reclamos y la Unión Africana ya avisó que dejará de reconocerlo como presidente desde el 19 de enero.
El conflicto está movilizando a las naciones líderes del continente. En este marco, Adama Barrow recibió asilo por parte de Senegal hasta el día de la investidura, y las fuerzas militares senegalesas ya desplegaron sus tropas a la expectativa de la resolución del conflicto. Por su parte, el pueblo de Gambia teme serios disturbios durante el traspaso de mando, por lo que decenas de miles decidieron emigrar hacia Senegal.