Kenia estrenó ayer un nuevo sistema electoral, en lo que significó un punto de inflexión en la vida política del país africano. Casi 20 millones de kenianos eligieron a sus próximos representantes en seis niveles de gobierno bajo un nuevo sistema que logró minimizar los aspectos étnicos y tribales, y que permitió abrir el juego a más de 15000 candidatos.
En la elección más importante, la presidencial, el actual presidente, Uhuru Kenyatta, del partido Jubileo, estaría obteniendo una diferencia de 10 puntos porcentuales sobre Raila Odinga, líder de la opositora Súper Alianza Nacional. Kenyatta y Odinga han sido históricos rivales políticos y la de ayer seguramente haya sido la última batalla, ya que Odinga supera los 70 años de edad y difícilmente su partido vuelva a ponerlo al frente en una próxima elección.
Anteriormente, si bien se realizaban elecciones, las tribus y las etnias preponderantes tenían un enorme poder de influencia sobre el resultado final. Desde que se juró la nueva constitución en 2010, las ocho provincias originales pasaron a ser 47 distritos, dando lugar así a una legislatura bicameral que mermó fuertemente el poder de los líderes tribales. Desde ahora, es más importante la decisión de los ciudadanos que la de los líderes, por lo que los candidatos deben centrarse en convencer a los votantes y no a los máximos exponentes de las tribus.
No obstante, y como era de esperar, Odinga denunció fraude, lo que generó serios disturbios entre partidarios de uno y otro líder. Según Odinga, un ciberataque a los sistemas de la Comisión Electoral habría permitido al oficialismo generar una brecha de once puntos para compensar la diferencia adversa que surgiría de las urnas. Si bien la situación está bajo investigación, lo cierto es que una semana atrás un empleado clave del sector e informática de la Comisión fue asesinado en un confuso episodio, que Odinga por supuesto vincula con este ciberataque.
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