El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, está impulsando una reforma a la Carta Magna turca para transformar el sistema de gobierno en netamente presidencialista. Hoy en día Turquía tiene, además del presidente, a la figura del primer ministro, hoy a cargo de Binali Yıldırım, que es designado por el presidente y tiene como misión formar gobierno.
Si bien en la práctica el poder de Erdogan es muy fuerte, la consolidación de un régimen presidencialista lo fortalecería aún más, en momentos en los que internamente hay reticencia sobre sus movimientos y muchos lo consideran autoritario.
Hoy comenzó el debate en el parlamento turco, y con éste las manifestaciones populares contra la medida. Erdogan, a través de su partido Justicia y Desarrollo (AKP), manifestó que la reforma apunta a combatir mejor el terrorismo y a terminar con la inestabilidad, para de esta manera generar mayor desarrollo. Cuenta con el apoyo de la cuarta fuerza política en el congreso, el Partido de Acción Nacionalista (MHP). La segunda y la tercera fuerza, el socialdemócrata Partido Republicano del Pueblo (CHP) y el pro kurdo Partido Democrático de los Pueblos (HDP), respectivamente, se oponen fuertemente a la reforma.
Si bien el partido AKP cuenta con 355 votos y solo necesita 330, el parlamento deberá aprobar con ese mínimo la totalidad de las enmiendas. Con que solo una no logre ese piso, todo el paquete se vera rechazado. Y si el trámite legislativo es exitoso, Erdogan podrá convocar a un referendum para validar (o no) las reformas.
Como sucedió con Matteo Renzi en Italia, aunque salvando las distancias, con este paquete de reformas Erdogan pone en juego su liderazgo local y regional.