En un nuevo capítulo de la crisis del misterioso “ataque sónico” que sufrió la embajada norteamericana en La Habana, el gobierno de Trump expulsó ayer a 15 diplomáticos cubanos para protestar por la incapacidad de Cuba de garantizar la seguridad de su personal diplomático, provocando nuevas tensiones entre los antiguos enemigos de la Guerra Fría.
El secretario de Estado, Rex Tillerson, dijo que las expulsiones de la embajada cubana en Washington también tenían la intención de asegurar la “equidad” en los niveles de personal, luego de que ordenó el regreso a más de la mitad del personal diplomático estadounidense en La Habana el viernes.
Por su parte, el canciller cubano, Bruno Rodríguez, calificó la decisión como “injustificada” y acusó a Estados Unidos de no cooperar con la investigación de Cuba sobre los incidentes que afectaron la salud de los diplomáticos –dolores de cabeza, mareos, pérdida de audición- e instó a Washington a dejar de politizar el asunto.
Esta serie de enfrentamientos representa un claro revés para la política de acercamiento con Cuba que había implementado el demócrata Barack Obama, tras décadas de hostilidades, sospechas y un bloque comercial impulsado por EE.UU. contra la isla.