El ciberataque de hackers rusos al Comité del Partido Demócrata fue la luz de alerta final para que Europa decida tratar explícitamente una inquietud que viene arrastrando desde hace tiempo: la creciente intromisión de Rusia en el continente.
La inquietud se dispara por distintas cuestiones que hacen a la vida diaria, que principalmente tienen que ver con que Rusia no encuentra en Europa límites a la instalación de ideas, empresas y personas, como sí enfrentan los europeos occidentales en Rusia por las limitaciones propias del régimen de Putin. Es decir, es mucho más sencillo para Rusia penetrar en Europa que para Europa hacer lo propio en Rusia.
Sin embargo, la agenda política del continente es lo que despierta el alerta máxima. El año próximo habrá elecciones en países clave de la Unión Europea: Francia, Holanda y Alemania. La reciente injerencia rusa en el proceso electoral estadounidense insta a Europa a ajustar al máximo sus sistemas de seguridad, para bloquear por todos los medios una posible intromisión rusa. A esto, debe sumarse la creciente influencia de Putin en regímenes de la Europa Oriental, donde varios jefes de estado manifiestan abiertamente su simpatía por el líder ruso.
A la amenaza constante del terrorismo islámico, ahora Europa suma la preocupación por Rusia.
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