El próximo viernes Donald Trump asumirá la presidencia de Estados Unidos. Desde entonces, a la preocupación que ya supone Rusia por su creciente injerencia en la política internacional, Europa sumará la incertidumbre que genera tener del otro lado del Atlántico a un presidente estadounidense pro Brexit y de manifiesta simpatía con Putin.
Si bien no es algo generalizado entre los miembros de la OTAN, buena parte de ellos cree que Trump “irá por la OTAN”, a la que considera obsoleta. Las públicas declaraciones de Trump en favor del Brexit, en las que afirmó que pronto Estados Unidos podría avanzar en un acuerdo de libre comercio con Reino Unido, hacen temer a las autoridades europeas que muchos otros países elijan seguir el camino de salirse de la comunidad.
Suena extraño que Estados Unidos provoque un giro de 180 grados en su política exterior, en especial en lo vinculado a Europa, pero la preocupación es concreta. Además, la asunción de Trump encuentra a Europa sumergida en una crisis interna de dimensiones, con Reino Unido proyectando la ejecución del Brexit, con el problema de los refugiados aún sin resolver, con fronteras vulnerables al terrorismo islámico y con países centrales como Alemania, Francia y Holanda enfocados en elecciones locales.
En este contexto, y tras la salida de Obama, la canciller alemana Ángela Merkel se erige como la líder no solo de la Unión Europea, sino de una dinámica internacional caracterizada por la colaboración y el multilateralismo.