El pequeño país del oeste africano tuvo elecciones presidenciales y aún no sale de la sorpresa. Su presidente durante los últimos 22 años, Yahya Jammeh, perdió a manos del representante de la oposición, Adama Barrow, por un margen de casi 10%. Y la sorpresa se da porque Jammeh, que llegó al poder luego de derrocar en un golpe de estado al anterior presidente en 1994, desde entonces había ganado todas las elecciones en un marco de dudosa legitimidad y con fuertes sospechas de resultados fraudulentos.
La sorpresa es doble: la derrota de Jammeh y, sobre todo, que éste no haya manipulado otra vez más los resultados. Jammeh viene gobernando esta república islámica de África a su antojo, por lo cual genera gran incertidumbre la situación de tener un nuevo presidente, especialmente porque Barrow pregona valores muy distintos a los de su derrotado. Por ejemplo, el presidente electo, que ya pidió suspender la salida de su país del Tribunal Penal Internacional (proceso iniciado por Jammeh), quiere limitar la cantidad de mandatos presidenciales, valora la independencia del sistema judicial, y promueve la libertad de prensa.
Aunque Jammeh reconoció la derrota, queda saber si tiene un as bajo la manga. Sin embargo, todo hace pensar que esta vez, finalmente, Gambia empezará un nuevo camino.
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