El presidente estadounidense, Donald Trump, decidió terminar con el programa de asistencia militar a rebeldes sirios que luchan contra el presidente Bashar Al Asad. El plan había sido implementado por su antecesor, Barack Obama, para quien la única solución al conflicto sirio era la salida del presidente Al Asad.
Trump justificó la medida en una breve declaración vía Twitter, en la que argumenta que la estrategia implementada por Obama era peligrosa y solo significaba un derroche de dinero. Sin embargo, los opositores a Trump ya hablan de un guiño a Rusia, principal sostén de Al Asad, situación que desde la Casa Blanca se encargaron de desestimar. La prensa y la dirigencia política opositoras leen la movida de Trump en clave Rusiagate, y suponen que se trata de una concesión al Kremlin.
Lo cierto es que Trump, intencionalmente o no, ofrece una buena noticia a Al Asad y a su principal aliado, Vladimir Putin.
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