La disputa entre las fuerzas oficiales ucranianas y los rebeldes prorrusos sigue escalando y generando preocupación en Europa. En las últimas horas, nuevos enfrentamientos dejaron como resultado varias muertes de ambos bandos y acusaciones cruzadas.
El acuerdo de Minsk, firmado hace dos años, estableció una agenda de trabajo conjunto que ponía fin al conflicto entre Ucrania y los separatistas prorrusos, nucleados en la república popular de Donetsk (RPD), como ellos se hacen llamar. Dicho acuerdo propone el cese de hostilidades, la reforma constitucional, el reconocimiento del autogobierno de la RPD y la celebración de elecciones locales en los territorios en conflicto. Pocos fueron los avances, ya que Ucrania pone como condición para cumplir con su parte la recuperación del control de la frontera este del país, que separa al país de Rusia, a quien acusa de desplegar tropas en la zona en favor de los separatistas. En respuesta al apoyo ruso a la RPD, el gobierno ucraniano que conduce Petro Poroshenko exige a la comunidad internacional que se endurezcan las sanciones económicas a Rusia.
Angela Merkel, quien ayer recibió a Poroshenko, manifestó su preocupación por la situación y remarcó que no hay otra salida que no sea la pactada en Minsk. Sin embargo, el conflicto parece lejos de encontrar una solución, y toma aún mayor relevancia ahora, en momentos en los que Estados Unidos continúa desplegando tropas en varios países de Europa del este, linderos con Rusia, en una demostración de fuerza que recuerda a postales de la Guerra Fría.
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