Por Carlos Segalis.
Esta semana, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, viajó hacia Rusia para participar de la Semana de la Energía, un foro internacional que se presentó como el contexto perfecto para mantener reuniones bilaterales con su par ruso, Vladimir Putin. Sus objetivos, según informó la prensa internacional, eran dos: por un lado, lograr una reestructuración de una porción de la deuda que Venezuela mantiene con Rusia, valuada en 2.800 millones de dólares; por el otro, garantizarse el apoyo político y diplomático de Moscú, en momentos en los que el país caribeño se encuentra en una profunda crisis política y económica – y donde la represión a las protestas ya ha dejado casi 150 muertos-.
El vínculo entre Venezuela y Rusia no es una novedad de la administración Maduro. Quién realmente inició la relación fue Hugo Chávez cuando, en la década pasada, fue tan intenso en sus críticas al expresidente estadounidense George W. Bush como en su proceso de acercamiento a Putin. En los hechos, este vínculo se tradujo en números concretos: le permitió acceder a distintas líneas de crédito para adquirir productos industriales rusos –también armamento- y, hacerse de inversiones para desarrollar yacimientos en la plataforma continental de Venezuela junto a las empresas estatales rusas Gazprom (de gas) y Rosneft (de petróleo).
Con mucho tino, Xavier Colás, afirmó en una nota publicada en el diario español El Mundo que “aunque las alianzas no son eternas, tienden a replicarse: igual que en tiempos de la URSS con Cuba, Moscú vuelve en auxilio de los que desafían a EE.UU. desde el Caribe”. Desde la óptica venezolana, sostener el financiamiento de Rusia es una perspicaz forma de eludir las sanciones que le impuso Estados Unidos –que prohíben, entre otros, las negociaciones sobre nuevas emisiones de deuda y de bonos por parte del gobierno de Venezuela y de la petrolera estatal Pdvsa-.
Por el lado ruso, posicionarse como principal prestamista venezolano le está permitiendo ganar más control sobre las reservas de crudo del país caribeño -que son en la práctica las más grandes del mundo-. De hecho, la agencia Reuters informó en agosto pasado que Pdvsa había estado negociando en secreto con Rosneft una participación en hasta nueve de sus proyectos petroleros más productivos. Como parte del vínculo, Rosneft entregó a Pdvsa más de mil millones de dólares en abril solamente a cambio de una promesa de envíos de petróleo más adelante. Y en al menos dos ocasiones, Caracas utilizó el dinero ruso para evitar incumplimientos en los pagos de bonos.
Rosneft también se ha posicionado como intermediaria en ventas de petróleo venezolano a clientes de todo el mundo. Por supuesto, gran parte termina en las refinerías de los Estados Unidos -a pesar de las sanciones – porque se vende a través de intermediarios como pueden ser las empresas de comercialización de petróleo, según revelaron informes internos de Pdvsa a los que accedió oportunamente Reuters. Mientras las grandes compañías multinacionales abandonan Venezuela, Rosneft está haciendo la jugada contraria: utiliza la crisis venezolana como una oportunidad para adquirir activos petroleros de alto valor a largo plazo.
En total, Rusia –de forma directa o a través de Rosneft- han entregado a Venezuela por lo menos 17 mil millones de dólares desde 2006. Con respecto a esto, el diputado opositor y vicepresidente de la Comisión de Energía y Minas de la Asamblea Nacional (AN), Elías Matta, dijo que “Rosneft definitivamente está aprovechando la situación. Ellos saben que este es un gobierno débil; que está desesperado por dinero en efectivo… y son tiburones”. Sin embargo, aislado de la comunidad internacional –hasta de China-, el gobierno de Maduro parece no tener otra alternativa que profundizar su dependencia del dinero ruso.
Mientras tanto, Vladimir Putin sigue demostrando su maestría en la realpolitik internacional, donde su pragmatismo no hace más que acercarlo al cumplimiento de las metas estratégicas –militares, energéticas- que se propuso para su gobierno. Su intervención en la guerra civil siria en defensa de Bashar al Assad lo demuestra. Y su vínculo con Maduro también.