Sabido es que, por convicción o por conveniencia, Donald Trump busca tener con Rusia una relación mucho más cordial y amistosa que la de todos sus predecesores en el cargo que hoy ostenta. Sin embargo, Trump siempre encontró un escollo en su objetivo: el Congreso estadounidense, en el cual, llamativamente, tiene mayoría.
El último revés de los varios que el poder legislativo propinó a al presidente se valió de la intención de Trump de crear un equipo de trabajo conjunto con el gobierno ruso en materia de ciberseguridad. Probablemente como salida al escándalo del ciberespionaje ruso en las últimas elecciones presidenciales (para la CIA, comprobado), Trump sugirió en su único encuentro con Putin la posibilidad de trabajar de manera conjunta entre ambos gobiernos sobre una cuestión crecientemente sensible en la agenda internacional, como lo es la ciberseguridad.
El Congreso, sin embargo, salió a involucrarse en los planes de Trump, y daría el visto bueno a un proyecto de ley que obliga al presidente a notificar a los legisladores si quisiera avanzar en tal gestión, describiendo qué información compartiría con Rusia y cómo esto contribuiría a los intereses estadounidenses. De esta manera, el Congreso siempre tendría el control sobre el eventual trabajo conjunto con Rusia, algo que Putin sin duda alguna rechazaría. Así, Trump volvería a quedar a merced del Congreso.
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