Por Damián Szvalb / @DamianSz
Marine Le Pen lidera las encuestas y ya sabe quiénes serán los que en las elecciones presidenciales de abril intentarán impedir que llegue al poder. Todos los candidatos tienen como primer objetivo entrar al ballotage donde, confían, la mayoría de los franceses volverán a juntarse para impedir que la extrema derecha gobierne. En la campaña, que acaba de empezar, algunos lo intentarán robándole “clientela” al Frente nacional de Le Pen. Lo harán endureciendo su discurso sobre los inmigrantes y prometiendo una posición más dura con las exigencias de Bruselas. Otros, desde la izquierda, tratarán de reflotar los viejos valores del socialismo francés que el gobierno de François Hollande se encargó de sepultar.
En su interna, el partido socialista eligió como candidato a Benoit Hamon, quien fue ministro de Educación de Hollande y que representa a las posturas más progresistas del histórico partido. Es un hombre que promueve, entre otras cosas, un ingreso mensual universal para todos los ciudadanos. Con este tipo de propuesta dejó en el camino a Manuel Valls, nada menos que el ex primer ministro que representaba mejor que nadie al establishment partidario. Se trató de un fracaso de la estrategia de la estructura del partido socialista de correrse hacia la derecha liberal y abandonar las banderas tradicionales.
Hamon ganó volviendo a las fuentes y puede ser que le siga yendo bien: las encuestas marcan que este revival de las ideas socialistas atrae a varios votantes. “Quiero redistribuir la riqueza” dijo Hamon, y prometió un salario social universal de 800 euros. También quiere poner impuestos a los robots y derogar la reforma laboral. Los analistas creen que tiene potencial para crecer e intentar meterse en el probable ballotage que va definir al próximo presidente.
Por su parte, los conservadores del partido de Los Republicanos presentarán a François Fillon, a quien le salió bien acercar su discurso hacia la extrema derecha: ganó porque se presentó como el mejor candidato para competir en la general con Marine Le Pen. Eso puede explicar por qué sorprendió a todos al ganarle la interna a Nicolas Sarkozy y a Alain Juppe, los preferidos del establishment y de la estructura partidaria.
Para Fillon, los migrantes que llegan a Francia deben “asimilar” la herencia francesa y sus valores. Se desmarcó de sus rivales internos corriéndolos por derecha: quiere aplicar un plan parecido al de ellos pero más profundo y rápido, “a lo Thatcher”. Esto incluye una reforma laboral dura con el fin del límite legal de 35 horas y el retraso de la jubilación a 65 años. Fillon es un católico militante y ha reiterado que el aborto “no es un derecho fundamental”.
Fillon se perfilaba como el mejor candidato para impedir que la extrema derecha de Le Pen llegue al poder. Según las encuestas, si bien aparecía unos puntos abajo en la primera vuelta, la superaba en un eventual ballotage. Pero un escándalo de corrupción en el que están involucrados su mujer y sus hijos puede no solo restarle chances electorales sino sacarlo de la carrera.
Otro que también buscará ser presidente es el “independiente” Emmanuel Macron. Fue ex ministro de Economía de Hollande. En las encuestas está tercero, muy cerca de Fillon. Paradójicamente, los perdedores de la interna socialista lo miran con simpatía porque dicen que los representa mejor que su candidato, el “revolucionario” Hamon. ¿Lo traicionarán?
Jean-Luc Mélenchon, quien abandonó el Partido Socialista en 2008, también se presenta en estas presidenciales. Representa a la izquierda más radical y es muy crítico de Bruselas. En ese tema sus posiciones se parecen a las de Le Pen. Apoyado por los comunistas, buscará mejorar los números que obtuvo en 2012.