Por Damián Szvalb / @DamianSz.
Parece haber un consenso importante sobre la idea de que las democracias liberales no encuentran respuestas a los desafíos que les presentan sus sociedades. Un proceso de divorcio entre «la calle» y «los gobernantes» está en marcha y las instituciones occidentales no encuentran forma de detenerlo.
Los gobiernos se han quedado sin respuestas para amplios sectores de la sociedad que van quedando en la banquina, desde donde ven pasar a toda velocidad a los ganadores de la revolución tecnológica que no los necesita para avanzar. Tampoco han podido establecer una política para recibir e incluir a la inmigración masiva de personas que escapan de la guerra en Medio Oriente y que golpean las puertas de sus países. El terrorismo también ha conmocionado las estructuras políticas y jurídicas de occidente que nunca encontraron estrategias eficientes para combatirlo.
Republicanos y demócratas en Estados Unidos, Hollande en Francia, Renzi en Italia y Cameron en Gran Bretaña no han podido con estos desafíos. Por eso fueron castigados. Y quienes los están reemplazando han sabido interpretar las nuevas demandas de los excluidos. Son los partidos anti establishment. Desde el corazón del sistema utilizan todas las herramientas que la democracia liberal ofrece para preparar su desembarco en el poder. Las elecciones y las consultas populares se transformaron en su mejor arma para hacerse cada vez mas fuertes y competitivos.
Se consolidaron como verdaderas alternativas de poder con una fórmula bastante simple: recurren a la nostalgia y le prometen a la gente regresar a los viejos tiempos gloriosos (el Make America Great Again de Trump en sus distintas versiones), le dice que le van a sacar de encima a los inmigrantes para que no se queden con sus trabajos y los convencen de que van a vencer al terrorismo persiguiendo y expulsando a los musulmanes.
Hay de izquierda y de derecha, algunos son xenófobos, pero todos coinciden en algo: ofrecen un fuerte discurso cargado de nacionalismo y responsabilizan a las élites que vienen manejando la política y la economía en Occidente hace mas 50 años de haber dejado en ruinas a grandes sectores de la sociedad. Además tienen otra cosa a su favor: la pasividad y la falta de respuesta de los actuales gobiernos para amortiguar el descontento social. Los partidos anti establishment se consolidan y preparan su salto al poder.