El atentado del último sábado, en el que un automóvil arremetió contra una multitud que protestaba en condena a una marcha de ultranacionalistas en la ciudad de Charlottesville y asesinó a un manifestante, sirvió para generar un nuevo paso en falso de Donald Trump. El presidente fue demasiado cauto para condenar a los supremacistas blancos que perpetraron el ataque, manifestando vía Twitter que condenaba “en los términos más enérgicos posibles esta exhibición indignante de odio, fanatismo y violencia», pero sin hacer una referencia reprobatoria explícita al racismo que este grupo manifiesta.
Las críticas al presidente llovieron desde varios sectores, con especial preponderancia de la clase política demócrata y de los medios, que desde su asunción se han transformado en una verdadera pesadilla para Trump. Lo acusan de mantener una posición muy ambigua con respecto a un tema clave en la historia y la sociedad local, como lo es el racismo. Para salvar la situación, la Casa Blanca emitió un comunicado haciendo expresa referencia al racismo, con lo que se buscó dejar mejor parado a Trump, aunque el mal paso ya estaba dado.