Vladimir Putin había decidido no reaccionar ante las sanciones impuestas por Obama al retirarse del gobierno en reprimenda por la presunta injerencia rusa en las elecciones presidenciales estadounidenses. En su momento, prefirió esperar la inminente llegada de Trump, confiado en que el nuevo presidente daría marcha atrás con tales medidas.
Sin embargo, lo que no previó Putin fue que el Congreso estadounidense sería un gran escollo para que Trump logre mejorar el vínculo entre Estados Unidos y Rusia, y que por ende bloquearía cualquier intención del presidente de levantar sanciones al histórico enemigo. El nuevo paquete de sanciones aprobado días atrás en el Congreso así lo demuestra.
En respuesta a la medida dispuesta por el Congreso, el Kremlin anunció que 755 trabajadores de la embajada y los consulados de EEUU en Rusia deberán dejar el país al finalizar el mes de agosto. La medida es una demostración de que Rusia ya no confía plenamente en que Trump podrá mejorar las relaciones entre ambos países, y también deja contenta a buena parte de la dirigencia local, que exigía a Putin responder a EEUU con la misma moneda.
No obstante, Putin no está convencido de tensar aún más el vínculo y aún mantiene la esperanza de poder cooperar con Trump en diversas cuestiones. En esta línea, declaró que al día de hoy está “en contra» de sumar otras medidas contra la administración Trump.
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