La pandemia no parece poner freno a la agenda política y económica en el hemisferio norte, en tanto el gobierno de Boris Johnson avanza en sus planes para la era post-Brexit –y post-COVID-19–. Es así que se ha dado inicio a las conversaciones preliminares que podrían derivar en la firma de un acuerdo comercial transatlántico con Washington.
Con más de 100 expertos por lado, las negociaciones han comenzado por teleconferencia. El objetivo para Downing Street es avanzar con un ritmo sostenido y veloz para paliar los efectos negativos que supone la pandemia, los cuales se suman a aquellos resultantes de la salida de la Unión Europea. Por su parte, la administración Trump busca fortalecer la relación con el Reino Unido y contrarrestar el impacto económico del coronavirus.
Aunque ambos países ya tienen un comercio bilateral con aranceles bajos o inexistentes en varios sectores, algunos de los puntos a abordar en la agenda de negociación son: bienes y servicios, comercio digital y servicios financieros. No obstante, es esperable que los puntos de mayor fricción dificulten la llegada a un futuro tratado. En este sentido, difícilmente Londres pueda contrarrestar el poder de lobby que ejercen los gigantes tecnológicos estadounidenses en D.C. Además, los lazos entre Wall Street y la City londinense son escasos.
Las negociaciones continuarán en comunicaciones programadas cada seis semanas. Así, la próxima ronda de intercambio coincide con el plazo para que el gobierno de Johnson decida si solicita la prórroga del período de transición destinado a lograr un acuerdo comercial con Bruselas.
El futuro es incierto en todo sentido. Johnson se enfrenta al desafío dual de sortear la crisis sanitaria que ya ha puesto al Reino Unido en segundo lugar en el contador de víctimas mortales de COVID-19, y también de impedir que la economía británica se vaya a pique. Hoy, más que nunca, el primer ministro británico demuestra que en el contexto actual los líderes del mundo son más malabaristas que políticos.